una novela que explora el arte, la crueldad y la redención

una novela que explora el arte, la crueldad y la redención


La nueva novela de Alejandro G. Roemmers está llena de sorpresas y de pistas que desconciertan, empezando por su título. El misterio del último Stradivarius parecería aludir a un policial construido desde el esquema “Whodunnit?”: “¿Quién lo hizo?” Sin embargo, la misma palabra “misterio” debería ponernos en guardia contra esa lectura. Hay una sutil diferencia entre “misterio” y “enigma”. Aunque la palabra se use en policiales de enigma, “misterio” no es, como “enigma”, un problema intrincado pero que puede ser resuelto con los instrumentos de la razón. Por el contrario, resiste a la explicación racional, remite a un plano que la trasciende.

El “misterio del último Stradivarius”, ¡atención spoilers!, no se refiere al esclarecimiento del doble asesinato que desencadena la acción; en realidad ese hecho puntual nunca se resuelve, y finalmente tampoco importa. El misterio radica en el violín mismo, en el encantamiento revelador que ejerce ese objeto prodigioso.

Esto no lo convierte en un amuleto. Aunque parezca que alarga la vida de sus portadores, en realidad no pocos de ellos encuentran un final violento, o mueren atormentados. Tampoco es mágico, en el sentido de que pueda cambiar la voluntad de quienes lo interpretan o lo poseen. Ellas y ellos siguen siendo libres de tomar decisiones y elegir, para bien o para mal, su propio camino.

Una lengua divina

Lo que distingue al último Stradivarius es otra cosa: habla una lengua divina, pone a sus oyentes en contacto directo con una dimensión sobrenatural.

La novela, por su parte, no se propone encajar en un estatuto de género determinado. Tiene un marco de policial de enigma, pero no se reduce a él. Tiene una dimensión histórica muy trabajada, pero no se detiene allí. Es realista, respeta un contrato narrativo de verosimilitud, pero, como acabo de señalar, se abre, a través del violín, hacia un nivel sobrehumano.

El empresario Alejandro Roemmers. EFE/Concha Barrigós

Pero además este libro es un intenso relato de aventuras, donde no faltan el amor en sus diversas modalidades, la amistad perdurable, la fe, la compasión, la abnegación, y tampoco la crueldad extrema y la tragedia.

Si el punto de partida de la acción tiene lugar el 22 de octubre de 2021 en la ciudad de Areguá, Paraguay, donde el anticuario Johann von Bulow y su hija adolescente aparecen asesinados, la historia del violín empieza casi tres siglos atrás en la ciudad de Cremona.

El plano temporal del relato primero (el presente de la acción) se extiende desde el 2021 a la casi actualidad y se va alternando en la novela con flashbacks que nos llevan hasta los orígenes del inigualable instrumento, que, según la ficción novelesca, habría firmado el lutier Antonio Stradivari en 1737. De aquí en más veremos cómo va pasando de mano de mano por distintos lugares de Europa, hasta caer en las garras de Julius Heiden, funcionario nazi y jefe de un campo de concentración, que concluye sus días en Paraguay.

El caso se les encarga a dos policías locales: el comisario Alejandro Tobosa y el sargento Gutiérrez, cuya relación de algún modo evoca la de don Quijote (Tobosa) y Sancho Panza (el sargento). Pronto se verá que la tosquedad de Gutiérrez no está compensada, como en Sancho, por una disposición leal y bondadosa.

Un objeto falta

A poco de avanzar el relato, emerge el vínculo entre el sanguinario crimen y el violín Stradivarius que se nos ha presentado a los lectores en el segundo capítulo: es el único objeto que falta en el tesoro del anticuario.

Pese al desinterés de su comandante, ya que nadie pregunta por los muertos ni reclama su herencia, Tobosa continúa tenazmente la investigación. Tiene motivaciones personales que van más allá de una vocación y una curiosidad detectivesca genuinas. Podríamos decir que ha caído bajo el hechizo de la belleza. Los objetos de arte que representan la alta cultura europea y que abarrotan los depósitos de von Bulow lo deslumbran y hacen surgir en él emociones desconocidas que llegarán a su ápice cuando descubra que el criminal no ha podido encontrar el Stradivarius, oculto aún en la casa.

Decide entonces convertirse en su salvador y custodio, aunque su vida esté amenazada por el sargento y por el comandante, que pretenden venderlo al mejor postor. Aun sabiendo que lo arriesga todo (desde su trabajo hasta su propia vida) buscará cómo hacerlo llegar a las mejores manos.

Mientras tanto, la alternancia de tiempos y espacios nos lleva a las peripecias previas del último Stradivarius en tierras europeas. Este es el segundo plano de la novela, fascinante por la variedad de escenarios, de lenguas, de ambientes, de culturas y de momentos que evoca y, sobre todo, por los efectos que el violín provoca en sus oyentes.

Cada época y cada lugar están recreados con la mezcla justa de información y de emoción, de intimidad y ambiente, de personajes históricos en contacto con personajes ficticios, todos complicados en la intriga multisecular de la que el instrumento es eje.

El escritor y empresario Alejandro Roemmers presentó en la Feria del Libro El misterio del último Stradivarius, su reciente novela publicada por Editorial Planeta. Foto: gentileza Fundación El Libro.El escritor y empresario Alejandro Roemmers presentó en la Feria del Libro El misterio del último Stradivarius, su reciente novela publicada por Editorial Planeta. Foto: gentileza Fundación El Libro.

Desde este relato ingresamos en el terrible ámbito de la llamada “literatura concentracionaria”, también “literatura del Holocausto” que, a partir del testimonio directo de las víctimas, o la ficcionalización verosímil, evoca la supervivencia en los campos de exterminio.

Sin embargo, hay dos factores peculiares que marcan la diferencia con respecto a mucha narrativa del género: por un lado (en contraste con otras narraciones que describen cómo los presos llegan a ser despiadados con los demás para sobrevivir –empezando por el célebre Primo Levi– ), aquí la historia se teje sobre el lazo de solidaridad inquebrantable que se establece entre dos reclusos: el violinista Stefanoni y el más joven Ernst Bechstein, miembro de una familia de fabricantes de pianos. Este lazo durará mucho más allá de la muerte de Stefanoni, y será decisivo para que una descendiente de Bechstein se comprometa en la empresa de rescatar el violín, no ya para su familia, sino para la salvación de la humanidad.

Por otra parte, si bien no son raros los relatos en que ciertos presos logran subsistir un tiempo en mejores condiciones, gracias a un tratamiento especial por parte de alguno de sus captores, en esta novela la excepción se debe a un objeto portentoso: el último Stradivarius.

Ser su intérprete le permite a Michele acceder a la protección del melómano Heiden, que preserva la vida del músico y la hace más tolerable en algunos aspectos, aunque también lo convierte en su esclavo sexual y en objeto de todo tipo de humillaciones. La última tarea impuesta a Stefanoni es la de enseñarle a su torturador y retorcido benefactor a tocar el violín.

Alejandro Roemmers. GentilezaAlejandro Roemmers. Gentileza

Volvamos a Alejandro Tobosa, el que se ha desprendido del violín en el gesto de donación más puro, pese a todos los riesgos. Degradado y exonerado de la policía, condenado a un trabajo ínfimo, arrastra una existencia miserable, temeroso de que sus enemigos lo encuentren y tomen venganza. Ha perdido “su talante positivo, su fe ciega en el género humano”.

Algo parecido a un “final feliz”

¿Nos dejará aquí el novelista, acompañando a Tobosa en su desesperanza? ¿No habrá algo parecido a un “final feliz” para él y para el último Stradivarius? Lo hay, y seguramente asombrará a los lectores.

Pero todo el recorrido previo del violín nos ha mostrado que ningún happy end puede considerarse definitivo cuando de seres humanos se trata. Nada garantiza que el instrumento maravilloso, capaz de transportar a los oyentes más allá de su condición falible y mortal, no vuelva a ser robado, traficado y enajenado por los agentes de un mal que siempre retorna.

Por otra parte, si el violín no pierde su magia, aunque su intérprete sea un verdadero monstruo moral, como Heiden, también es cierto que no altera, por sí mismo, la condición de sus portadores. Si el instrumento transmite una llamada divina que llega al corazón de todos los seres, no todos quieren asentir a ella. Heiden podrá transmitir el mensaje a otros, pero no lo acepta. Por su propia decisión, morirá irredento, solo y odiado.

En el tortuoso camino de la Historia, pese a las fallas o delitos aberrantes de sus eventuales intérpretes, la música del Stradivarius abre puentes místicos hacia la comunión con el absoluto, donde todo parece encontrar sentido, aun la oscuridad, aun lo que no podemos comprender desde nuestra humanidad limitada.

Quizá por eso, la mejor manera de cerrar sean las palabras de San Agustín que el otro Alejandro, Roemmers, pone en boca de Sor Felicitas: “Porque así como una pintura, colocado en su respectivo lugar el color negro, es hermosa, así el mundo, si uno lo pudiese ver, aun con los mismos pecadores, es hermoso”.

Así, el arte humano, el del lutier, el de la música y el del intérprete, pueden alinearse en una iluminación deslumbrante que, cuando es acatada, conduce al misterio del Ser, consuela y salva.

El misterio del último Stradivarius, de Alejandro Roemmers (Planeta).