Moha Attaoui gana en París y asciende un escalón más en la jerarquía del atletismo mundial | Deportes

Moha Attaoui gana en París y asciende un escalón más en la jerarquía del atletismo mundial | Deportes

Moha Attaoui corre los 800m como uno que descubre cosas nuevas de su cuerpo y su talento cada carrera, y al tiempo que se sorprende a sí mismo sorprende a todos sus rivales, y emociona a los aficionados, que se ponen de pie y le saludan fascinados por su velocidad final después de una última recta acelerando por el interior y superando en los últimos metros a Josh Hoey, la nueva sensación americana, que corre braceando, casi como alguien reclamando oxígeno en cada brazada. “En algún momento, no estaba muy seguro de si íbamos demasiado rápido o no, pero al final corrí mi propia carrera, como siempre intento hacer, sin fijarme demasiado en lo que hacían los demás”, dice el mediofondista cántabro después de imponerse en la Diamond League de París con unos magníficos 1m 42,73s, la cuarta vez que el plusmarquista nacional (1m 42,04s) desciende en su vida de 1m 43s. “Ha sido una carrera brutal”

Es la primera victoria en la Diamond League de un atleta español esta temporada, la más importante en la carrera de Attaoui, quien, a los 23 años de edad, asciende un escalón más en la jerarquía del mediofondo mundial. Dentro de una semana, Attaoui, que reparte el año entrenándose entre St Moritz, Sierra Nevada, Sudáfrica y Castellón a las órdenes del alemán Thomas Dreissigacker, liderará en Madrid al equipo español que aspira al podio en los Europeos por selecciones.

“Al pasar los primeros 400 metros, sentía que íbamos muy rápido. Los que salieron con demasiada fuerza lo pagaron al final”, prosigue en su análisis Attaoui de una prueba en la que la liebre pasó los 400m en 49,15s, 13 centésimas más rápido que el tiempo de paso de David Rusdisha cuando dejó en Londres 2012 el récord del mundo en 1m 40,91s. Attaoui, uno que cuando hace un año pasaba a 50s los 400m, una velocidad ya considerable, decía que ni se enteraba de que iba tan rápido, pues esa clase tiene, está preparado para en vez de hundirse en la última vuelta, ser capaz de acelerar, como si los 50s fueran su rampa de lanzamiento. “La carga de entrenamiento este año está siendo superparecida a la del año pasado, aunque en semanas de carga aumentamos un poco más”, explica de unos entrenamientos pensados, sobre todo, en fortalecer sus últimos 300m, en llegar fuerte a la fase decisiva, aquella en la que su velocidad más daño hace a los rivales. “De hecho, hasta hace nada, en St. Moritz seguía haciendo sobre 120-140km a la semana. Ahora, en tiempo de competición, bajamos mucho y ya más adelante en julio-agosto serán sobre 90-100km, pero todo más específico para ir afinando cada vez más”.

La frescura que le proporcionan los buenos entrenamientos se traduce en frescura, en velocidad mental a la hora de tomar decisiones en los momentos críticos. ¿Remonto por fuera siguiendo al francés Tual o me quedo por el interior, por la cuerda? Attaoui lo ve claro a falta de 300m. La cuerda, la cuerda. Sabe que las aguas de la carrera se abrirán a su paso. Lo intuye. Se arriesga. “Aproveché todos los huecos por el interior, porque sabía que el pelotón se dispersaría un poco hacia el final. Fui lo suficientemente inteligente como para mantenerme por dentro y darlo todo para llegar el primero. A pesar de la dureza, corrí mi propia carrera, tal y como habíamos acordado mi entrenador y yo”, sentencia el mejor español de la reunión cuando cae la noche en el estadio de Charléty.

En los 110m vallas, Quique Llopis, cuarto en los Juegos de París, logró en la semifinal (13,16s) su mejor marca de un año marcado por la gastroenteritis que le privó de competir en la Golden Gala de Roma. Sus efectos debilitantes se notaron en la final, en la que fue octavo (13,32s).

Aún brillaba el sol de canícula en el pequeño estadio parisino cuando se disputaron los 3.000m obstáculos, que tuvieron un ganador emotivo y sentimental en el plusmarquista mundial Lamecha Girma. El etíope volvía a competir, y lo hacía en París, 10 meses después del accidente que sufrió en la final olímpica al tropezar con una valla. Sufrió una fuerte conmoción cerebral y lesiones que la tuvieron mermado semanas. “Hoy es un gran día para mí, especialmente después de los Juegos Olímpicos de París. Es un logro muy grande, así que estoy muy feliz. Al principio tenía un poco de miedo al empezar la carrera. Las piernas no me daban muchos problemas, pero estaba un poco asustado mentalmente”, dice Girma, que se impuso con un tiempo de 8m 7,1s en una prueba en la que los españoles Alejandro Quijada (8m 24,39s) y Víctor Ruiz (8m 25,41s) fueron 10º y 12º, respectivamente. “Ahora que ha terminado la carrera me siento mucho mejor”.

El público local la gozó sobre todo con el 1.500m, una carrera en la que los seis primeros bajaron de 3m 30s, y los 13 primeros, de 3m 32s, y en la que el ganador Azzedine Habz batió el récord de Francia con 3m 27,49s, sexta mejor marca mundial de la historia.