Los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires aspiraban a que la edición de este año encarnara una tregua con el Gobierno de Javier Milei y dejara atrás el enfrentamiento que protagonizaron hace 12 meses. Pero la inauguración que tuvo lugar este jueves mostró que las heridas siguen abiertas entre la comunidad de la cultura y la Administración ultraderechista. Las palabras que pronunció el secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, una defensa del ajuste del Estado impulsado por Milei, fueron recibidas con abucheos y gritos de reprobación por gran parte del público. Y el discurso de apertura, a cargo del escritor Juan Sasturain, desgranó con humor y erudición una lapidaria crítica al avance de “una enfermedad social”, “la paulatina pérdida de la vergüenza”, asociada a una “progresiva indiferencia hacia el otro” y una “agresividad creciente”. No hizo falta que nombrara a quién iba dirigido el mensaje.
La edición 49º de la Feria, que incluirá un amplio programa de actividades hasta el 12 de mayo, fue inaugurada en su habitual sede del barrio de Palermo con un acto a sala llena, colmada de escritores, editores, empresarios y libreros. El primer orador fue el presidente de la Fundación El Libro, Christian Rainone. Nadie podrá decir que no hizo lo posible por esquivar el conflicto con el Gobierno, que el año pasado retiró su apoyo a la Feria y la denunció como un espacio opositor a Milei. Rainone evitó confrontar, destacó el diálogo con las autoridades nacionales y con diplomacia reclamó beneficios impositivos y presupuestarios para el sector.
La tregua fue efímera, apenas duró lo que sus palabras. Cuando subió al escenario el secretario Cifelli se escucharon algunos abucheos moderados. Pero pronto crecieron cuando el funcionario aludió al “tono politizado y confrontativo” de las ediciones anteriores de la Feria o cuando habló del “desmanejo económico” del sector editorial y de su decisión de cerrar “programas de subsidios” porque “no contaban con las rendiciones de cuentas”. Para entonces, un coro de gritos acompañaba cada una de sus afirmaciones: “mentiroso”, “caradura”, “corrupto”, “andate a vender cripto” fueron algunos. El paroxismo de la reprobación llegó cuando Cifelli expresó su agradecimiento a Milei y su hermana Karina, secretaria general de la Presidencia.
Después de una breve intervención del jefe de gobierno de Buenos Aires, Jorge Macri, llegó el discurso principal del acto. El exdirector de la Biblioteca Nacional Juan Sasturain (Buenos Aires, 79 años) ensayó, durante más de una hora, una reflexión sobre “estos tiempos discepolianos: un cambalache”, sin dejar de enhebrar citas de la literatura consagrada y también de las letras marginales. No casualmente empezó con una dedicatoria a Roberto Fontanarrosa e invocó un aforismo del “insuperable Etchenique”, uno de sus personajes: “Te puedes hacer una armadura con papel. Pero no te pelees”.
Sin estridencias y con sutil elegancia, Sasturain hizo un elogio de la lectura y de los lectores, también del “libro abierto y usado”, para desembocar, finalmente, en lo que denominó “un aporte para la sintomatología y el diagnóstico precoz del Mal de Bierce, enfermedad social degenerativa que conlleva, en su etapa final, a la pérdida irreparable de la vergüenza”. Al escritor Ambrose Bierce, famoso por el humor negro y sarcástico de su Diccionario del Diablo, un festín de la hipocresía social desnuda, le atribuyó el descubrimiento de esa enfermedad no tan imaginaria, de “acelerada expansión en estos últimos tiempos, sobre todo a partir de la pandemia”.
El autor del Manual de perdedores (1985) y de El último Hammett (2018) consideró fundamental “el diagnóstico precoz del posible sinvergüenza”, porque “está en cuestión, a la larga o a la corta, la supervivencia misma del tejido social. Es cuestión de estar atentos ante los demás, pero también ante el espejo”. Entre los síntomas de la dolencia enumeró “la pérdida de la capacidad de empatía, progresiva indiferencia hacia el otro que deriva hasta el no registro y el abandono”; “la agresividad creciente, en el registro verbal a través del insulto y la descalificación”. Otras características, dijo, son “la flagrante irresponsabilidad”, “la megalomanía y la consecuente arrogancia”, “lindante con el ridículo”, así como “una penosa tendencia a la confusión conceptual […] Confundirá la Patria con una empresa, el Estado presente con un árbitro ciego, los escrúpulos con una isla griega y —según la definición del sabio Gila—, la economía con la econosuya”. Entre aplausos, Sasturain cerró: “La vergüenza es salud”.
