Irán responde a la presión militar y diplomática con un órdago nuclear

Irán responde a la presión militar y diplomática con un órdago nuclear

Irán respondió a la creciente presión exterior, diplomática y militar, con un órdago nuclear que tendrá un efecto directo en la reunión con Estados Unidos prevista para el domingo en Omán y podría acelerar los planes de ataque de Israel. Mohammad Eslami, máximo responsable de la Organización de Energía Atómica de Irán, anunció la apertura de un tercer punto de enriquecimiento de uranio como contramedida a la resolución del organismo de control nuclear de la ONU, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

Por primera vez en dos décadas, este organismo confirmó que la república islámica no respeta sus obligaciones como firmante del tratado de no proliferación. Teherán calificó la resolución de «política» y dijo que se adoptó «sin ningún tipo de base técnica y legal».

El nuevo centro de enriquecimiento está emplazado en un «lugar seguro» y contará con centrifugadoras de última generación, lo que ayudará a acelerar los procesos, señalaron los iraníes. La seguridad del programa atómico es una obsesión para los iraníes en un momento en el que Israel amenaza con un ataque «en cualquier momento» a sus instalaciones, sin importar la sexta reunión entre iraníes y estadounidenses. Benjamín Netanyahu comunicó sus planes a Donald Trump en una conversación telefónica que mantuvieron esta semana y dejó bien claro que un Irán con armas nucleares supondría una «amenaza existencial» para el Estado judío, que también cuenta con un programa atómico secreto.

Redibujar el mapa de Oriente Próximo

Netanyahu está ante su gran oportunidad de terminar de redibujar el mapa de Oriente Próximo como prometió tras el ataque de Hamás del 7 de octubre. Tras acabar con Hizbolá en Líbano y Bashar al Assad en Siria, su objetivo es el régimen de los ayatolás. El problema es que después de una semana de avisos y alertas Israel ha perdido el factor sorpresa, un elemento clave que se ha repetido en sus operaciones en la región, los israelíes no suelen dar pistas sobre sus planes.

Trump afirmó que un ataque israelí contra Irán «podría muy bien ocurrir», y cuenta con este as en la manga como arma de presión de cara a una negociación en la que «deben ceder mucho más de lo que lo han hecho hasta ahora», en palabras del presidente estadounidense. Desde Washington exigen que Teherán detenga el enriquecimiento de uranio del todo, la respuesta de los iraníes es firme y su compromiso pasa por limitar esa actividad, nunca detenerla. Los iraníes son muy duros negociadores, pero cuando llegan a un pacto lo cumplen.

Ante las amenazas de Netanyahu, un alto funcionario militar iraní declaró al canal Press TV que el país se encuentra «en su nivel máximo de alerta, y si Estados Unidos o el régimen sionista intentan cualquier acto de agresión, serán tomados por sorpresa». Las bases y embajadas estadounidenses en la región están dentro de los posibles objetivos y en los últimos días Washington ha sacado de allí al personal no esencial.

Diez años de acuerdo

Los iraníes defienden que su programa tiene fines civiles y se remiten al acuerdo alcanzado en 2015 con Barack Obama. Ese acuerdo limitaba el enriquecimiento a un 3,67 por ciento, porcentaje necesario para actividades civiles, a cambio del levantamiento de sanciones. Los iraníes aceptaron un duro régimen de inspección de la AIEA y, pese a cumplir lo acordado, según los informes de este organismo, en 2018 Trump rompió el pacto de forma unilateral siguiendo el consejo de Netanyahu.

La respuesta iraní fue ir dando pasos para alejarse del texto pactado como medida de presión y han conseguido llegar a un grado de enriquecimiento del 60 por ciento, muy cerca del 90 necesario para construir una bomba. Teherán insiste en que son pasos reversibles y que en cuanto Estados Unidos vuelva a cumplir lo acordado hace una década y retire los castigos, ellos también lo harán, pero Trump no lo tiene claro y renegocia el acuerdo con la amenaza de un ataque a gran escala sobre la mesa. El régimen de los ayatolás exige garantías de que esta vez cumplirá con el acuerdo, aunque saben que negocian con un presidente impredecible.