de la locura por la patriada de Merentiel a la bronca por ese empate que se escurrió

de la locura por la patriada de Merentiel a la bronca por ese empate que se escurrió

“Esta hinchada se merece ser campeón”, canta el público de Boca en el Hard Rock Stadium, que contra Bayern Múnich cambió de lado en la tribuna pero volvió a mostrar que vino decidida a hacer ruido a Miami y se terminará yendo invicta, pase lo que pase en Nashville.

Volvieron las mismas caras que hace unos días frente a Benfica pero con el bronceado un poquito más parejo. Ya no hubo previa fuera del estadio sino que la experiencia del debut permitió descubrir que dentro del estadio hay mesas, comida, cerveza y lo más importante, más bosteros. Primer mundo, papá.

Y Primer Mundo fue lo que tenía preparado el Bayern, que lo agarró del cuello al equipo de Russo desde el saque inicial, cuando le pasaron la pelota al arquero Neuer y tiró un pelotazo al área buscando el 1-0 como si estuviera enfrentándose contra Auckland, el neozelandés al que le metió 10. Si los europeos vinieron de paseo al Mundial de Clubes, a Kimmich y compañía no les llegó el mail avisándoles.

El gol de Harry Kane fue un puñal pero sirvió para bajarle la intensidad a esa paliza que tenían planeada los alemanes. Aunque enseguida erraron el segundo debajo del arco, y la sensación fue otra… ¿y si fue la señal de algo?

Cantaba La 12 y entre los periodistas de todo el planeta miraban y se sonreían. No podían creer semejante marco en este estadio donde mandan los DJs, pero también se burlaban de los 11 vestidos de amarillo. “Mucha hinchada para tan poco equipo”, dijo uno que revolvía el café. Faltaba el segundo tiempo.

Le viene faltando un héroe a Boca, le pasa desde hace años. No hay un jugador que la rompa en un clásico, un arquero que saque una pelota imposible en un partido clave o un goleador que tenga una y la manda a guardar. Y cuando lo tiene, enfrente está el Bayern.

Merentiel regaló unos minutitos de esperanza haciendo lo que sabe hacer: se la creyó, peleó y definió con una frialdad que era venganza de aquella que no tuvo el Chelo Delgado en 2001. Y el Hard Rock gritó pelado por un uruguayo. Es el único jugador ovacionado en Boca, pareciera que después de este Mundialito haya más. El otro es Russo, que en un par de partidos le devolvió el alma a un plantel que estaba perdido.

Porque Boca no temió luchar, como dice el himno que pasan en la previa de cada partido en Estados Unidos. Era todo contagio, la hinchada, las corridas de Advíncula, el corazón de Ayrton Costa y las gambetas de Velasco, que se la creyó y estuvo a la altura. “Se mueve para aquí, se mueve para acá”, cantó La 12. Pero faltaban veinte y ellos son alemanes.

Boca no liga, y esa es otra cruz del pasado reciente. Le tocó contra Benfica, con ese penalcito cuando se terminaba el primer tiempo. Y aunque contra Bayern fue superado por todos lados el 2-1 del bailarín Olise terminó llegando tras una seguidilla de rebotes. Ya no había tiempo para más, lo habían dejado todo.

“Soy bostero, es un sentimiento, no puedo parar”, despidió la hinchada a Boca tras la derrota. Como esos que no se quieren ir de las fiestas a pesar de que se encienden todas las luces. “Yo soy de Boca, señor…”, fue la del estribo, con el capitán Merentiel pidiendo disculpas. ¿Mucha hinchada para tan poco equipo?