Daniel Balmaceda ante el desafío de recrear un asesinato real en la Buenos Aires del 1880

Daniel Balmaceda ante el desafío de recrear un asesinato real en la Buenos Aires del 1880


El crimen de Año Nuevo (Sudamericana) es la última novela del historiador, escritor y periodista Daniel Balmaceda, que ya publicó el año pasado la ficción Los Caballeros de la Noche (Sudamericana), luego de una gran cantidad de títulos dedicados a distintas figuras y curiosidades vinculadas a la historia del país o sus figuras, como Historias de la Belle Époque argentina (Sudamericana, 2022); Belgrano, el gran patriota argentino (Sudamericana, 2019) o Historias de corceles y de acero. De 1810 a 1824 (Sudamericana, 2017), entre muchos otros.

Durante la investigación de la novela anterior, Balmaceda se cruzó con algunos de los datos y personajes que finalmente formaron parte del relato que se publica ahora. En los dos casos, la narración está basada en hechos reales ocurridos en Buenos Aires durante la década de 1880. Sin embargo, tratan acerca de diferentes delitos, que son contados desde distintos enfoques.

La metodología de trabajo, según cuenta Balmaceda a Viva, también fue otra: “En términos de documentación, El crimen de Año Nuevo fue sin dudas más exigente”, explica el autor. “El expediente en el que se basa era bastante más reducido que el caso que dio origen a Los Caballeros de la Noche, por lo que debí esforzarme mucho más en la reconstrucción de los hechos, ampliando las fuentes y llenando vacíos sin apartarme de lo históricamente cierto”.

A partir del hecho policial real, Balmaceda reconstruye la historia de tres inmigrantes llegados a Argentina que, como tantos en su época, viven en condiciones cercanas a la marginalidad y el hacinamiento, apenas sostenidas con los trabajos precarios e inestables que logran conseguir. Cuando uno de ellos aparece muerto la intriga toma el relato y convoca en cada final de capítulo a seguir avanzando en la lectura sin pausa para descubrir cuál será la suerte de los personajes.

Daniel Balmaceda. Foto: Alejandra López, gentileza editorial.

“Narrativamente también resultó más compleja”, sigue el autor. “Buscaba sostener un ambiente de misterio en el que el lector no supiera quién iba a morir ni quién iba a asesinar. Eso exigía manejar cuidadosamente la información, dosificar las pistas y mantener un ritmo constante”.

–¿Cuál fue el principal desafío al encarar la escritura de la novela?

–El suspenso fue, sin duda, el mayor desafío, porque muchas veces tuve que ponerme en el lugar del lector para comprobar si estaba logrando la tensión narrativa buscada. Sin embargo, a diferencia de mi primera novela, esta vez me sentía más seguro con el tono, el estilo y la forma de narrar. En Los Caballeros de la Noche daba mis primeros pasos en la ficción; aquí ya tenía un territorio narrativo más firme bajo los pies.

–¿Ya de entrada estaba claro cuál sería la suerte que correrían los protagonistas?

–Desde el inicio conocía claramente el desenlace del crimen: sabía quién era la víctima y quién el asesino. Esa certeza me permitió construir la novela hacia ese punto, aunque eso no significó que los personajes estuvieran definidos desde el comienzo. A medida que avanzaba en la investigación, fueron ganando espesor, contradicciones y matices, y logré perfilar mejor sus vidas, sus vínculos y sus decisiones. Aun sin conocer inicialmente toda la estructura, la historia ya tenía ingredientes que la convertían en un policial atrapante. De hecho, el comienzo que había imaginado terminó ubicándose hacia la mitad del libro. La trama encontró su lógica propia y fui adaptando el relato sobre la marcha. Por lo tanto, aunque no supiera exactamente cómo iba a terminar todo, eso no me preocupaba. Mientras permaneciera fiel al expediente original y a las fuentes históricas, los protagonistas me guiarían naturalmente hacia la resolución. En mi caso, la ficción está siempre al servicio de la verdad, no por encima de ella.

–¿Qué diferencias hay entre escribir libros de historia y escribir novelas históricas?

–La novela histórica me permite una profundidad narrativa que no siempre está presente en los libros puramente históricos que he escrito. En mis trabajos anteriores, las historias solían resolverse en pocas páginas, con un desarrollo acotado. En cambio, una novela exige construir un proyecto más amplio y complejo, donde cada detalle contribuye a una estructura mayor. Sobre todo en este caso, donde se trata de una historia inédita, apenas mencionada en la prensa de su época. Del enfoque directo de los libros históricos, lo que extraño es cierta libertad para descartar o reordenar materiales: si un capítulo no me convence del todo, puedo dejarlo de lado y usarlo en un proyecto futuro. En cambio, en la novela, una vez definido el rumbo, el camino es bastante rígido; cada capítulo debe conducir claramente hacia una resolución. Mi rol no cambia radicalmente entre el historiador y el novelista. Siempre me interesó recrear momentos de la historia argentina con un tono cercano a lo literario. De hecho, muchos de mis libros históricos incluyen fragmentos que rozan la crónica. El desafío mayor es lograr un equilibrio entre precisión histórica y tensión narrativa, algo que personalmente disfruto mucho. Me siento especialmente cómodo cuando la historia entra en conflicto, cuando las tensiones humanas y sociales emergen con fuerza. Y en El crimen de Año Nuevo, esas tensiones aparecen antes, durante y después del asesinato. No hay respiro.

Daniel Balmaceda. foto: Constanza Niscovolos.Daniel Balmaceda. foto: Constanza Niscovolos.

Una nueva vida desde cero

–¿Qué posibilidades permite una historia con protagonistas que son inmigrantes de vidas precarias, no tan habituales cuando se trata de personalidades célebres?

–Esta novela ofrece dos dimensiones profundamente atractivas. Por un lado, una trama policial original, claramente anunciada en el título, donde la tensión no radica en descubrir qué va a pasar, sino en cómo se llega al crimen y quién matará a quién. Por otro lado, aparece un contexto social poderoso: el mundo del inmigrante, ese universo de hombres y mujeres que llegaron a Buenos Aires con una maleta llena de incertidumbre, atravesando el Hotel de Inmigrantes, intentando construir una nueva vida desde cero. Muchos lectores argentinos reconocerán esas historias como propias o familiares.

En el capítulo llamado “Frente al Palacio Miró”, en referencia a una construcción residencial ubicada en la actual zona de Tribunales, calles por las que circulan los protagonistas de la novela, Balmaceda menciona la función crucial que cumplían en esa época las asociaciones de ayuda mutua para los inmigrantes italianos recién llegados: “Además de su apoyo clave, reflejaban las divisiones de una comunidad que, aunque compartía orígenes, seguía marcada por las tensiones de Europa En el centro de estas discrepancias se encontraba la Unione e Benevolenza, fundada en 1858 con un propósito noble: brindar asistencia médica y social a los italianos asentados en los barrios humildes del sur de la ciudad, como La Boca y Barracas”.

Cuenta a Clarín: “Cuando se trabaja con figuras célebres, el lector intuye parte del camino recorrido y adivina fácilmente hacia dónde puede ir la historia. Pero en este caso, con protagonistas inmigrantes italianos desconocidos, todo es impredecible. No hay un mapa previo, lo que genera cercanía y un suspenso aún mayor. Esa familiaridad potencia la empatía del lector, porque estas vidas podrían haber sido las de sus antepasados. Sus luchas, miedos y aspiraciones son ecos de voces que los argentinos han escuchado en relatos familiares. Darle visibilidad a estas historias olvidadas o desconocidas tiene un valor especial tanto literario como histórico”.

El crimen de año nuevo, de Daniel Balmaceda (Sudamericana). Foto: gentileza editorial.El crimen de año nuevo, de Daniel Balmaceda (Sudamericana). Foto: gentileza editorial.

La Buenos Aires de 1880

En una de las notas iniciales del libro, titulada “La historia detrás de la novela”, el autor advierte: “Es posible que los lectores familiarizados con la ciudad, sus calles y su sistema de numeración se hayan sentido en algún momento desorientados (…) he empleado la nomenclatura y numeración vigentes en 1880, las que conocieron los protagonistas de esta historia”.

–¿Con qué rasgos de la Buenos Aires de 1880 se encontrarán los lectores de El crimen de Año Nuevo?

–La Buenos Aires de 1880 se describe en la novela de una manera exquisita, constituyendo en muchos aspectos la base de la ciudad que hoy conocemos. El puerto, los muelles, el Hotel de Inmigrantes, los conventillos, las calles aún sin empedrar, la Penitenciaría en pleno funcionamiento… Son escenarios que, aunque distantes en el tiempo, no nos resultan completamente ajenos. Uno de los rasgos más destacados es la convivencia de clases sociales radicalmente diferentes. En la novela aparecen estos micromundos coexistiendo en un mismo mapa urbano, desde los conventillos hacinados hasta los paseos primaverales en Palermo. Estas escenas permiten entrar en un mundo áspero, crudo y desigual.

–¿Qué ventajas brindó la posibilidad de haber situado la novela en ese escenario?

–Si tuviera que destacar una escena simbólica, disfruté especialmente reconstruyendo con nitidez los paseos por el Parque 3 de febrero: qué se veía, cómo se vestía la gente, las conversaciones y silencios en bancos y carruajes. Ese momento histórico resultó ideal para el suspenso y el misterio, no solo por la explosión demográfica y los dilemas de una ciudad en expansión, sino porque también conecta con el universo narrativo que ya exploré en Los Caballeros de la Noche. Aunque no es necesario haber leído aquella novela, ambas comparten un clima particular, con una policía recién creada y una justicia apasionante en su despliegue inicial.

El Parque 3 de febrero

Balmaceda narra los acontecimientos vividos por los protagonistas durante una jornada en la que “Un cielo despejado y un sol cálido anunciaron la primavera antes de tiempo”, en una ciudad que “se llenó de vida el 19 de septiembre, y en las calles se multiplicaron sombreros ranchos y sombrillas que intentaban atenuar la intensidad de los rayos. Miles de visitantes se dirigieron —a pie, en transporte público o privado— al Parque 3 de febrero, el pulmón verde de Buenos Aires, ubicado tres kilómetros al norte del centro”.

Como en tantas otras ocasiones a lo largo de la novela, con el despliegue de recursos y datos que acostumbra brindar a sus lectores, el autor ahonda en el surgimiento de la extensa zona parquizada como “visita obligada para los porteños”, sobre tierras confiscadas a Juan Manuel de Rosas, tras su derrota en la batalla de Caseros, aquel 3 de febrero de 1852 que le dio su nombre

Daniel Balmaceda. Foto: Constanza Niscovolos.Daniel Balmaceda. Foto: Constanza Niscovolos.

–¿Surgieron nuevos datos a partir de esta investigación para una próxima novela histórica?

–Sí, como es habitual, mientras investigaba para El crimen de Año Nuevo surgieron expedientes y personajes desconocidos que despertaron mi interés. Al terminar un libro, siempre estoy ya trabajando en otros proyectos. Actualmente, tengo cuatro o cinco libros en distintos estadios de desarrollo. Probablemente el próximo no sea una novela, aunque hay otra historia policial que me atrae mucho. Pero este es el momento de El crimen de Año Nuevo. Cada libro tiene su propio tiempo y el siguiente esperará su turno.

El crimen de Año Nuevo será presentado el 29 de junio a las 15:30 en el Museo de los Inmigrantes.