El destino uruguayo a dos horas de Punta del Este que eligen los argentinos y que es más barato que en la Costa Atlántica

El destino uruguayo a dos horas de Punta del Este que eligen los argentinos y que es más barato que en la Costa Atlántica


Es un remanso La Pedrera, un lugar que parece una postal por su silencio. Silencio que se sobredimensiona luego de respirar varios días consecutivos en la cautivante y atractivamente caótica Punta del Este. El contraste está a la vista y para buscar ese sosiego hay que andar unos 120 kilómetros, casi dos horas por la Ruta 10, que desemboca en el Departamento de Rocha, donde están las “hermanas” La Paloma, más agreste, y casi pegadita, La Pedrera, más cool.

Es lunes, primera hora de la tarde. No es un día caluroso, pero el sol se siente y la gente que yiraba por esa peatonal con onda, pega la vuelta y encara a las únicas dos playas en oferta: El Desplayado, que está al norte, y es la elegida por las familias, y El Barco -por un navío taiwanés hundido en 1977- que es por la que optan jóvenes y surfistas.

La Pedrera tiene algo de La Barra y de José Ignacio, en ese mix de rústico pero moderno, pero también de Colonia, por el empedrado tierno. Y casi nada de Punta del Este, con la que se la vive comparando a la hora de marcar los opuestos, claro. Hay que desmitificar que no vienen jóvenes, una falacia que Clarín pudo constatar en la recorrida por las arenas, calles adoquinadas y puñado de bares y boliches, que hasta hace unos años se contaban con los dedos de una mano.

“La Pedrera es otro tipo de vacaciones, por empezar más gasoleras que en Punta del Este y con más presencia de clase media. Hablamos de un 30% menos en alojamientos y entre un 15 y un 20, en gastronomía”, dice Abel Sagardía (62), porteño, que viene con su pareja desde hace veinte años. “Y no lo cambio por nada, hasta me gusta la modernización que ha tenido, que nunca llega a mayores. Acá hay una bajada de línea en la que impera la tranquilidad, el orden y la naturaleza. Y la máxima se respeta a rajatabla: en La Pedrera se escucha el mar donde sea que estés”, grafica el argentino que vive de la ingeniería.

La encantadora peatonal de La Pedrera, el punto de encuentro de (casi) todos los turistas. Foto Juano Tesone / Enviado Especial

Es un pañuelo La Pedrera. Se la camina a lo largo y a lo ancho en una tarde. Hay una rambla que recorre las dos playas y que dibuja una panza que resulta el balcón elegido para admirar la vista al océano. “Vemos más argentinos que el año pasado. Uno de cada 3 turistas viene de la otra orilla y dos de cada tres son del interior argentino y realizan el city tour por La Pedrera y La Paloma”, dice Tabaré, a cargo de del bus turístico.

Diego y Lucía pensaban veranear en la costa argentina, pero en La Pedrera descubrieron que gastan menos. Foto: Juano Tesone / Enviado Especial Diego y Lucía pensaban veranear en la costa argentina, pero en La Pedrera descubrieron que gastan menos. Foto: Juano Tesone / Enviado Especial

“Teníamos pensando ir a Mar de las Pampas durante quince días pero no queríamos gastar más de 100 dólares por noche en hospedaje”, cuenta Lucía (45), que viajó con su pareja Diego. “Como tenemos un viaje a mitad de año que es más importante, queríamos cortar dos semanas y hacer algo gasolero, pero tanto en Mar de las Pampas como en Chapadmalal nos pedían 120 dólares por noche y nos empacamos y no quisimos pagarlo”, asegura ella, que es abogada.

“Fuimos viajando en auto y nos dijimos: ‘¿Y si vamos a Uruguay?’. Y aquí estamos, en La Pedrera, que no conocíamos, y con la que nos encontramos medio por descarte. Alquilamos un muy lindo cuarto por 90 dólares. Estamos convencidos que aquí estamos gastando menos que en la C

osta argentina. Y debemos reconocer que, aún con viento, porque acá hay viento, estamos enamorados de este lugar”, remarca Diego, que trabaja en sistemas.

"Elegimos un lugar tranquilo, para disfrutar y recargar pilas", dicen los amigos que viajaron a La Pedrera desde Villa Allende. Foto Juano Tesone / Enviado Especial “Elegimos un lugar tranquilo, para disfrutar y recargar pilas”, dicen los amigos que viajaron a La Pedrera desde Villa Allende. Foto Juano Tesone / Enviado Especial

La Pedrera, es cierto, depende más de la meteorología, porque sus veraneantes, si el clima acompaña, pasan buena parte del día en la playa. La recorrida de Clarín contabilizó una docena de bares y restoranes, boliches incluidos, tres heladerías y muchos pequeños comercios que pueblan la pintoresca peatonal. “Al atardecer caminar por aquí es encantador, a la noche pierde esa magia porque todo el mundo está aquí y se hace medio intransitable”, dice una montevideana vendedora de velas y sahumerios. “Cuando es día de playa, no ves ni al loro”, sonríe.

Caminando por la anchas arenas de El Barco, nos topamos con un grupo de jóvenes disputando un campeonato de strike, ese juego playero, medio de moda, que combina saltos, golpes y una pelota alrededor de una red circular. Juegan cuatro y otros retozan. “¿Son argentinos?”. Y el acento cordobés es inocultable. “Vinimos en tres autos desde Villa Allende y la estamos pasando espectacular. Pensamos las vacaciones matizando tranquilidad, lectura y joda”, dice Facundo (26), que se presta con amabilidad.

Una postal de El Barco, la playa de "los jóvenes" en La Pedrera. Foto Juano Tesone / Enviado Especial  Una postal de El Barco, la playa de “los jóvenes” en La Pedrera. Foto Juano Tesone / Enviado Especial

Abogados, administrador de empresas y chefs, algunos recibidos y otros ultimando sus estudios, se presentan los cordobeses, que mientras algunos jugaban strike, otros leían concentrados y uno escribía tirado en una lona. “No somos bichos raros, pero nos gusta este tipo de destino donde no hay tanto quilombo. Debe ser porque venimos de un lugar calmo como Villa Allende, donde hay vida de pueblo”, explica Tobías. “Igual anoche nos fuimos a un boliche en Punta y volvimos a las siete de la mañana, pero no es algo que hacemos todas las noches”, acota Orestes.

Del mismo grupo Simón dice que “es la primera vez estamos en La Pedrera y justamente comentábamos cuánto nos sorprendió el lugar, que creíamos que no habría ningún barcito para tomar una cerveza y hay varios. Son otra cosa, es verdad, pero hay movida como para dar unas vueltas. La Pedrera es un lugar que nos re cabe y Punta del Este del Este no está tan lejos… Sin duda que vamos a volver”.

Contra los pronósticos que no decían que no hay grupos de jóvenes, Clarín advierte lo contrario. Desde Mendoza llegaron Lara (22), Asunción (21) y Rocío (22), con la premisa de “pasar unas vacaciones de chicas solas”. Lara es la baqueana, la que viene desde chica y durante el año se propuso convencer a sus “hermanas de la vida” a que conozcan La Pedrera. “A mí me encanta, no es un lugar avasallante, escuchá la música que viene del parador, ¿ves? Acompaña, no es invasiva y nos debíamos unos días cómo los que estamos pasando”, dice justamente la que no quiere salir en la foto.

Asunción y Rocío alquilaron un "quincho" para pasar el día en la playa. Foto Juano Tesone / Enviado Especial Asunción y Rocío alquilaron un “quincho” para pasar el día en la playa. Foto Juano Tesone / Enviado Especial

“Pensamos que íbamos a gastar mucho más -subraya Rocío- y estamos pagando una casita hermosa para las tres, 90 dólares la noche, mucho más económico que en la Costa Atlántica”, enfatiza un concepto que se reitera. “La sensación -acota Lara- es que acá no esperan el verano para salvar la temporada. Yo vengo desde siempre y la estabilidad es envidiable”.

Están chochas las amigas, que todavía les queda una semana más de vacaciones. “También elegimos La Pedrera porque es un lugar donde no sólo se cultiva el respeto, también hay seguridad. Es la primera vez que salimos solas del país y nuestras familias estaban tranquilas de que vendríamos a un lugar como éste”, destaca Rocío. “Y nuestros novios también”, agrega Asunción y se matan de risa. “Queríamos un viaje de chicas, pero una cosa era venir acá y otra decirles a nuestros novios ‘nos vamos a Punta del Este’. Se pudría todo”.

Es habitual que durante las tardes, en la playa El Barco, se armen guitarreadas. Foto Juano Tesone / Enviado Especial Es habitual que durante las tardes, en la playa El Barco, se armen guitarreadas. Foto Juano Tesone / Enviado Especial

En las playas uruguayas no existe el concepto “carpas”, a lo sumo algunas sombrillas se alquilan o, como en este caso, hay una fila de “quinchos” con hamacas paraguayas para protegerse del sol y del viento a 22 dólares la jornada para cuatro personas. “Esto es ideal para leer, contemplar la orilla y hasta clavarse una siesta”, dicen las mendocinas que se declaran “anticaretaje, por eso no vamos a Punta y apostamos por La Pedrera, aquí no estás en pose todo el tiempo”.

En cada voz se escuchan más o menos las mismas palabras. “Lo que te puedo decir es que La Pedrera mejoró mucho la gastronomía, ampliando su gama de propuestas”, dice Jorge, uruguayo que viene del Departamento Los 33. “Uno sabía que venía a un pueblo con una naturaleza maravillosa y comía en el mismo lugar de siempre. Ahora tenés restoranes, confiterías para desayunar y merendar. Se sofisticó la gastronomía y también subieron los valores. Se pudo más chic, y mal no le queda, pero no debe exagerar”.

Un paisaje típico de La Pedrera, con el vendedor de garrapiñadas en una calle empedrada. Foto Juano Tesone / Enviado Especial Un paisaje típico de La Pedrera, con el vendedor de garrapiñadas en una calle empedrada. Foto Juano Tesone / Enviado Especial

Duda un poco Ana, su mujer, que teme que La Pedrera “esté en un proceso de cambio para atraer más turismo. Está claro que después de la pandemia empezó a aggiornarse, a buscar otros públicos, todo a su estilo, de manera paulatina, pero ya no es más el pueblito virgen para el turismo local. Siempre nos gustó de estas playas su estilo y personalidad, y que a pesar de estar relativamente cerca de Punta del Este, se priorizó el bienestar familiar. Esperemos que la intendencia de Rocha no cambie el discurso”.

Cae la tarde y la puesta del sol es uno de los espectáculos que más gente concentra en El Desplayado. Martín y Delfina son los jefes de una numerosa familia de Buenos Aires. “Esto no tiene precio”, abre los brazos el padre, quien demora la partida para contemplar el paisaje. “Cuanto más vengo, más me gusta. Con mi mujer decidimos casarnos exactamente aquí, el 30 de diciembre de 2010. Y te aseguro que era un pueblucho encantador, pero la esencia permanece. Acá somos felices”.

Martín y Delfina se casaron en 2010. "Estábamos solitos, después vinieron todos estos", dicen entre risas. Foto: Juano Tesone, Enviado Especial Martín y Delfina se casaron en 2010. “Estábamos solitos, después vinieron todos estos”, dicen entre risas. Foto: Juano Tesone, Enviado Especial

Se suma su mujer, Delfina, que habla mientras va acomodando los petates. “Paradójicamente, dentro de la serenidad reinante, es un lugar con mucha energía. Yo que soy economista me recargo positivamente. Entiendo que a nuestros hijos les pueda parecer demasiado tranquilo”. Las chicas (Gala, Mora, Guada y Paloma), entre 8 y 14 juegan y la pasan bien; Bautista (18), en cambio, confiesa que “hay veces que el embole es importante. Lo mejor que tiene es el surf, que hago todos los días”.

La familia, que está instalada en un complejo por el que paga 190 dólares la noche (por los siete), disfruta de ambas playas. “A la mañana vamos a El Desplayado, donde todo es más calmo y las chicas juegan con otros hijos de su edad. Y el mar es mucho más amigable. Por la tarde venimos a El Barco, donde hay movida, más veinteañera”, describe Martín, que se despide. “Acá vendremos hasta el último verano de nuestras vidas. Es nuestro lugar en el mundo, pero reconocemos que es especial, y entiendo que no a todo el mundo le tenga que gustar”.