un plan que ya funcionó con Del Potro y apunta a la Copa Davis

un plan que ya funcionó con Del Potro y apunta a la Copa Davis

Tomás Etcheverry tuvo el mejor momento de su carrera el año pasado cuando se metió en el top 30 e incluso llegó a su tercera final en el polvo de ladrillo de Lyon. Llegó a Roland Garros con muchas expectativas -había accedido a los cuartos de final el año anterior- pero tras sufrir más de la cuenta en sus dos primeros partidos, Casper Ruud lo eliminó en la tercera ronda. Terminó 2024 en el 39° puesto del ranking mundial y para esa época (y después de alejarse de Walter Grinóvero, su coach de -casi- toda la vida y trabajar interinamente con Jerónimo Lanteri y Eduardo Infantino) anunció el comienzo de su relación con Horacio de la Peña, quien de esa manera volvió al circuito como entrenador después de mucho tiempo. De entrada nomás el nuevo guía manifestó su intención de darle un alto de calidad a su tenis para apuntarle por lo menos al top 20. Pero la sociedad duró ocho meses nomás. Tras un saldo de 16 victorias y 25 derrotas, luego de perder en su debut en Kitzbuhel, Etcheverry terminó la relación.

El platense es uno de esos jugadores para apostar. Tiene un tenis “moderno”. Tiene un saque muy potente, buenos golpes de fondo de cancha y un físico ideal para pelearle de igual a igual a cualquiera. Pero está claro que con eso no le alcanza. Al contrario.

La noticia pasa por el anuncio que dio a conocer la Asociación Argentina de Tenis a través de un comunicado en el que activó “un protocolo interno de apoyo a los jugadores argentinos diseñado para brindar asistencia profesional en momentos de transición por parte del capitán del equipo de Copa Davis, Javier Frana“. Eso significa que el rafaelino acompañará “temporalmente a Etcheverry” en “un máximo de cuatro semanas” mientras que “siempre que el jugador lo requiera y el capitán se encuentre disponible, la asistencia podrá extenderse a entrenamientos en Buenos Aires por un periodo más prolongado”, según manifestó la AAT.

La experiencia no es nueva. Daniel Orsanic, el capitán ganador de la única Copa Davis en 2016, acompañó a Juan Martín del Potro. Los dirigentes de aquel entonces, por pedido del tandilense, le dieron “luz verde” y lo hizo en la gira de Indian Wells y Miami y en la indoor de Estocolmo y Basilea. Tampoco es un “invento” argentino. Michael Kohlmann, el capitán alemán, asiste a sus compatriotas que lo necesitan, por ejemplo.

La idea de Frana fue darle asistencia al jugador elegible única y exclusivamente si se queda sin entrenador. Esa idea se implementó en mayo con el consenso de los propios tenistas. Por eso, en este caso puntual, nadie eligió a nadie, aunque la semana pasada Etcheverry pidió el “beneficio” de la colaboración del capitán, por llamarlo de alguna manera, hasta que encuentre un nuevo entrenador.

Etcheverry, que está hoy en el 60° puesto del mundo -en junio tocó el 63°, su peor ranking en dos años y tres meses-, necesita modificar aspectos de su juego para volver a ser el tenista confiable que fue. Necesita más soltura en su drive, por ejemplo. Es un golpe consistente pero al que le faltan algunos kilómetros por hora de velocidad para que, cuando se invierte o cuando acelera por ese lado, pueda marcar una diferencia con el adversario. A veces está muy bien posicionado pero no termina de desequilibrar con ese golpe. Y debe animarse a arriesgar un poco más. Eso lo dijo él mismo en algunas oportunidades cuando se refirió a que en momentos importantes de un partido se queda un poco pasivo en lugar de ir a buscar un poco más. Y cuando tiene esa actitud los tiros le corren un poco menos, por lo que jugar algo más “lanzado” es un margen de mejora importante que tiene.

Todo eso y algo más buscará Frana para recuperarlo. A pocas semanas del duelo decisivo ante Países Bajos como visitante, el capitán necesita un segundo singlista sólido para acompañar a Francisco Cerúndolo y al dobles de Molteni-Zeballos y terminar de armar un equipo con pretensiones de superar la serie que se jugará en una superficie dura bajo techo y bien rápida en Groninga, en el norte neerlandés.