¿Quién es Timo Berger?, el poeta alemán que se enamoró de la literatura argentina

¿Quién es Timo Berger?, el poeta alemán que se enamoró de la literatura argentina


El poeta y traductor Timo Berger (Stuttgart, 1974) escribe en alemán y en español, pero su vínculo con la literatura del Río de la Plata es más que una cuestión de idioma. “En el 99 me fui de la Argentina y pensé que era un adiós definitivo”, cuenta ahora. “No había redes sociales, ni WhatsApp. Traducir fue mi forma de no perder ese año, de quedarme en contacto con la lengua y con la gente“.

Desde 2016, la Residencia de Escritores del MALBA (REM) ha albergado a autoras y autores como Lina Meruane, Selva Almada, Carlos Fonseca, Ariana Harwicz y Verónica Gerber Bicecci, entre otros. Durante julio y agosto de 2025, el programa suma a su cronograma a este poeta y gestor cultural, quien se convierte en el residente número veinticinco de esta iniciativa dedicada a fomentar cruces literarios, escritura en tránsito y exploración urbana.

Instalado en Buenos Aires desde julio, el autor trabaja en Línea de horizonte, un libro de cuentos que publicará en 2026. El material surge de un extenso viaje por distintas ciudades argentinas: Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Bahía Blanca, Córdoba, Santa Fe, Neuquén y Bariloche. De ese recorrido –con cuadernos, fotos analógicas, notas sueltas y audios grabados al paso– nació la necesidad de narrar lo visto, lo oído, lo compartido. “Escribir no es solo sentarse a una mesa. Pasa caminando, tomando nota de lo que alguien dice en la calle, mirando una casa en ruinas, escuchando un colectivo”, dice.

El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba dialogó con Fabián Casas. Foto: Emmanuel Fernández.

De Buenos Aires le llama la atención que “te hacen una entrevista todo el tiempo. ¿De qué equipo sos? ¿Tenés hijos? ¿Sos católico?”, recuerda entre risas. “Eso también es literatura: estar obligado a narrarte”, suma Fabián Casas, quien lo entrevista en la biblioteca del Malba, en el marco de su residencia. En un clima íntimo y cómplice, ambos poetas conversaron frente al público sobre idioma, lecturas y lo que significa vivir traducido.

Una escena desconocida

Ya antes de su primera llegada a la Argentina, Berger se preparaba para una escena que no conocía. A modo de Ping pong, Casas y Berger cuentan la anécdota: “Decidí tener una estrategia cuando me preguntara de qué equipo soy: decir que era independiente. No hincha de Independiente, sino que no era de ningún equipo. En ese momento ni hablaba bien español, hablaba mal, muy mal”.

No fue un plan. La primera vez que llegó a Argentina fue por una sucesión de casualidades. Estaba por hacer un intercambio universitario en Mérida, Venezuela, pero en la cantina de la Universidad de Tübingen se cruzó con una colega que le dijo que iba a postularse para una beca en Argentina. Berger le pidió que le trajera los papeles también. “Y así fue”, dice, todavía con asombro.

El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba. Foto Emmanuel FernándezEl poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba. Foto Emmanuel Fernández

“Yo tenía todo listo para irme a los Andes, con pasaje y beca firmada. Incluso había otro convenio con Santiago de Chile, pero mi profesor de español se negó a firmarme la carta de recomendación. Me dijo que si iba a Chile iba a volver con el español estropeado“.

Cuando aterrizó en Buenos Aires, no conocía a nadie. Dos compañeras de la facultad –que al principio creyó españolas– resultaron ser argentinas. Una de San Isidro, otra de Misiones. “Me dijeron ‘llamá a mi mamá’. Llegué y me estaban esperando en Mercedes, con pancartas que decían ‘Timo, Timo’. Era una familia de Misiones con cinco hijos, estaban con choclos”, se ríe.

“Justo en el momento en que decidí que iba a venir, empezaron a aparecer argentinos de todas partes. De cada rincón salía uno. Fue muy loco”. Recién llegado, se anotó en la universidad y se alojó en una casa de familia. Todavía no entendía casi nada. “La de San Isidro me dijo que cuando me instalara, la llamara para tomar un café. La otra me dijo que no me preocupara, que mandaba a su sobrino a buscarme a la estación. Y ahí estaba la familia con el cartel, con el choclo”.

Esa bienvenida improvisada, hospitalaria y caótica, lo marcó. Y la residencia actual lo vuelve a conectar con esa primera vez. “Me gusta estar en el corazón de la ciudad. La residencia ideal es la que te deja escribir pero también errar, perderte, ir por la calle”.

Timo Berger no solo escribe: también traduce. Y no lo considera un trabajo técnico, sino una forma de estar. “Traducir no es pasar palabras de una lengua a otra. Es como un hornero que hace su nido en un poste de luz. Eso también es literatura. Eso también es la Argentina”. Esa experiencia fue, desde el inicio, una forma de no soltar. “Un día, un amigo poeta me preguntó qué iba a hacer para no perder todo eso que había vivido. Me miró, se fue a su biblioteca y me dio un libro: ‘Traducilo’, me dijo. Y empecé a traducir para quedarme“.

El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba dialogó con Fabián Casas. Foto: Emmanuel Fernández.El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba dialogó con Fabián Casas. Foto: Emmanuel Fernández.

Incluso antes de su primer viaje al sur, Berger ya forzaba las palabras como quien abre una puerta. “Era muy fanático de Onetti. Leí todos los textos que había en alemán, pero varias novelas no estaban traducidas. Las conseguí en París en francés, no entendía nada, pero me puse a traducirlas para poder leerlas. No pasé de la tercera página, pero el impulso ya estaba”. Desde entonces, trasladó al alemán la obra de Fabián Casas, Sergio Raimondi, Edgardo Cozarinsky, Pola Oloixarac y Laura Erber, entre otros.

Esa necesidad de traducir nunca fue una decisión académica. Era una forma de no perder el vínculo, de no dejar que se borrara lo vivido. “En esa época no había redes sociales, ni Zoom, ni nada. No existía esa conexión diaria con tu país o tu gente. Llamar por teléfono era carísimo. Una carta tardaba semanas. Traducir fue la manera que encontré de seguir en contacto. Con la lengua. Con los amigos. Con las ideas”.

Dos actividades abiertas

Durante su residencia, Berger también participará de dos actividades abiertas al público. La primera, el miércoles 14 de agosto, será una clase titulada “La verdadera calle. Topografías personales en la literatura contemporánea”, en la biblioteca del museo. La segunda, el jueves 21 de agosto, será una lectura pública en la editorial Ampersand, donde compartirá un texto inédito escrito durante su residencia, junto a un autor local invitado. La entrada es con inscripción previa.

El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba. Foto: Emmanuel Fernández.El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba. Foto: Emmanuel Fernández.

El estilo de lectura lo define con una sonrisa. “Leí como poeta de los noventa. Me salió así. Tengo bien aprendido cómo leían los poetas de esa época”. Y agrega: “Después de una lectura performática medio gritona, bajé el tono. Todos se callaron. Podía leer. Eso era lo más interesante”. Berger, que en los 2000 fue parte del movimiento poético Salida al Mar, y desde 2006 dirige el festival Latinale en Berlín, conoce tanto la teatralidad del verso como su contracara: el murmullo. “En los noventa había de todo: gritones en la Plaza de los Perros, gente que leía bajito como desde un electroshock. Pero todos dejaban algo. A mí me marcó esa mezcla”, comparte el poeta.

En esos años, la poesía también era una forma de amistad fugaz. “Mejor amigo por una noche, y después no lo volvías a ver. Era así. Éramos todos un poco solitarios. Monologando con el otro, pero sin compromiso”, recuerda.

Berlín, donde vive actualmente, también aparece en la conversación. “Es como la capital de la gente sola. Gente que se compromete mucho con el arte, pero no con el tejido social. Buenos Aires es lo opuesto: hay una calidez, una presencia. En Berlín ser solitario es una forma de vida. El arte como todo, pero sin comprometerse con la reproducción, con el lazo”.

El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba dialogó con Fabián Casas. Foto: Emmanuel Fernández.El poeta y traductor Timo Berger durante una presentación en el Malba dialogó con Fabián Casas. Foto: Emmanuel Fernández.

La REM lo recibe como a uno de los suyos. No es raro: su español tiene acento porteño, pero también algo de viaje. Como si al decir “boludo” dijera también “amigo”. “Boludo puede ser insulto, pero también afecto. Me gusta que sea así, doble”, analizan Berger y su amigo, Casas, quien contó que llora cuando se despide de él. Y como si la literatura no se pensara tanto como una profesión, sino más bien como una forma de estar, Berger concluyó: “Un poeta es alguien que se queda en lo que pasa. “Yo vine a quedarme un rato”.