qué dicen los expertos sobre las masacres intrafamiliares que parecen inexplicables

qué dicen los expertos sobre las masacres intrafamiliares que parecen inexplicables


Ante hechos aberrantes, aparecen muchas preguntas. Particularmente en casos conmocionantes, como cuando una persona mata brutalmente a toda su familia. ¿Qué pasó para que tomara una decisión tan bestial? Es difícil responder a esa pregunta. Suele culparse a la locura, y ahí queda todo. Pero en realidad, hay muchos factores en juego. Según expertos, existen múltiples razones que podrían empujar a un individuo a cometer semejante aberración.

En el último mes y medio se conocieron tres casos monstruosos. La masacre en Villa Crespo, donde una madre mató a su marido y a sus dos hijos a cuchillazos; poco después, un hombre asesinó a su esposa y a sus dos hijos en Tres Arroyos; y en Lanús, un joven de 22 años dejó en grave estado a su madre tras dispararle y apuñalarla varias veces, y mató a la pareja de la mujer. Los dos primeros asesinos se suicidaron. El último atacante fue detenido luego de intentar cortarse el cuello.

A ellos se le sumó el crimen de una mujer que fue decapitada con un hacha, en su casa de Gregorio de Laferrere, La Matanza. Por el caso detuvieron a su hijo, que es sordomudo y padece esquizofrenia. Podría ser declarado inimputable.

Casos así son difíciles de entender. Algunos llevan la marca del desequilibrio mental, pero otros no tienen esa “justificación”. Por lo tanto, debe haber otras explicaciones.

“Séneca, filósofo romano, decía que la ira era una locura breve. Desde entonces, sigue causando sorpresa, pese a que todo está en nuestra naturaleza humana, que a alguien se le suelte la cadena y desencadene una tragedia impensada. Pero nada surge de la nada, y menos en esto”, comenta Andrés Mega, ex psiquiatra forense de la Corte Suprema de Justicia.

En una sociedad que privilegia la apariencia y el silencio sobre el sufrimiento psíquico, Mega advierte sobre los peligros de ignorar los signos tempranos de las enfermedades mentales. Su mirada no es alarmista, sino urgente: los trastornos mentales existen, crecen y, si no se tratan a tiempo, pueden derivar en consecuencias graves tanto para quien los padece como para su entorno.

Las fotos que compartían Fernando Dellarciprete (40) y su esposa, Rocío Villarreal (34), de Tres Arroyos, en las redes sociales.

“La realidad es que nadie quiere darse cuenta de la locura del otro”, afirma Mega con crudeza.

Según explica, es frecuente que individuos con graves conflictos intrapsíquicos o con desestructuración de la personalidad se perciban desde afuera como personas tranquilas, simplemente porque muestran una actitud afable en público o en interacciones breves. Pero detrás de esas apariencias pueden ocultarse años de padecimientos, traumas no resueltos, abusos infantiles y un historial de dolor que muchas veces permanece invisible.

Mega sostiene que una parte del problema radica en el estigma social.

“En pleno siglo XXI, el planeta sigue sosteniendo todos los prejuicios sobre la enfermedad mental”, señala.

La atención especializada suele llegar tarde, cuando los síntomas ya son incontrolables y los vínculos sociales, laborales y afectivos se han deteriorado profundamente.

Hay señales que, si se observan con atención, pueden encender alertas: alteraciones del sueño, consumo excesivo de sustancias, retraimiento social, pérdida del placer por actividades cotidianas, abandono del trabajo o de responsabilidades, entre otros.

“Hay que querer verlos”, enfatiza Mega. Pero la negación colectiva, según él, es parte del problema.

Uno de los escenarios más peligrosos se da cuando pacientes con trastornos crónicos interrumpen su medicación o abandonan el tratamiento psiquiátrico.

Santiago Coll, el joven que provocó una tragedia familiar en Lanús.Santiago Coll, el joven que provocó una tragedia familiar en Lanús.

“La sintomatología regresa al poco tiempo”, explica.

Por eso, subraya la importancia de que familiares o allegados estén razonablemente informados sobre los tratamientos y participen activamente en su seguimiento.

En cuanto a la dimensión médica, Mega es claro:

“La mayoría de los trastornos psíquicos —como la ansiedad, la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia o los deterioros cognitivos— tienen hoy un tratamiento razonable y eficaz, siempre que estén a cargo de médicos psiquiatras debidamente capacitados”.

También advierte sobre el riesgo de acudir a profesionales sin la formación específica adecuada, algo que todavía ocurre con frecuencia.

Pero hay un punto que Mega considera crucial: el marco legal argentino. En particular, apunta contra la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26.657, vigente desde 2010.

“Sigue siendo un obstáculo grave para que una enorme parte de la población pueda recibir la atención psiquiátrica que necesita, especialmente en emergencias y en situaciones que requieren internaciones breves”, afirma.

Según él, sin una modificación de esa ley, muchas personas seguirán sin acceso a tratamientos adecuados en momentos críticos.

La psiquiatría moderna, sostiene Mega, ha avanzado notablemente. Hoy cuenta con herramientas terapéuticas eficaces que permiten transformar la calidad de vida de quienes padecen enfermedades mentales. Pero mientras persista el estigma, el desinterés y un marco normativo restrictivo, esos avances seguirán siendo inaccesibles para muchos.

“Pero nada surge de la nada, y menos en esto”, concluye Mega.

Comprender el sufrimiento psíquico requiere ir más allá de la superficie y animarse a mirar lo que la mayoría prefiere ignorar.

La fuerza del odio

Además de las patologías psiquiátricas, hay otros motivos importantes, como la fuerza del odio acumulado. Javier Cabello, psiquiatra forense y ex perito en el caso Barreda, explica que este sentimiento puede crecer durante años dentro de una persona y provocar una desviación del pensamiento.

“Las personas, con el odio dictando sus pensamientos, cosifican a los demás, los ven como objetos”, afirma.

Según Cabello, estos homicidios no los cometen únicamente personas con trastornos mentales. Los “sanos” también pueden hacerlo.

Ricardo Barreda, en el juicio por el asesinato de su familia. Ricardo Barreda, en el juicio por el asesinato de su familia.

“Nunca detectamos ninguna patología mental”, dice sobre el caso Barreda.

El psiquiatra aclara que el odio culmina en actos de violencia extrema tras un proceso largo. Comienza con rencores, resistencias, envidias y, con el tiempo, se deposita todo el mal en las personas más cercanas, generalmente familiares o vínculos íntimos.

“No estamos frente a personas que están alteradas de forma mental”, aclara.

Explica que no es sencillo detectar estos procesos, ya que muchas de las conductas ocurren dentro de lo que socialmente se considera “normal”. Tienen que ser muy anómalas para que una familia pida ayuda. Y muchas veces, esa ayuda nunca llega.

“Lamentablemente, a veces se toman medidas cuando ya son muy evidentes”, concluye.