Una sonrisa encantadora y un corte desmelenado fueron la imagen que convirtieron a Bobby Sherman en una sensación entre las adolescentes estadounidenses de la década de los sesenta. El artista televisivo y cantante de algunos éxitos que conquistaron las listas de la música pop ha fallecido por complicaciones de un cáncer terminal, ha confirmado su esposa, Brigitte Poublon. Sherman tenía 81 años y no se ha informado el sitio donde ocurrió el fallecimiento.
“Gracias a todos los fans que cantaron sus éxitos y le enviaron alguna carta”, escribió Poublon en Instagram en la publicación en la que informó sobre el fallecimiento de su marido. El mensaje fue compartido por su amigo John Stamos, el también ídolo juvenil de Full House (Padres forzosos en España).
El guiño de Stamos hace referencia a la popularidad de Sherman, quien protagonizó Here Comes The Bride, un wéstern televisivo emitido por la cadena ABC entre 1968 y 1979. La comedia ayudó a catapultar a la fama a Sherman, entonces de 25 años. El actor protagonizaba a un tímido y tartamudo leñador de Seattle, un personaje que hacía que cada semana llegaran a su buzón unas 25.000 cartas escritas por sus seguidoras.
Sherman apareció también en 1967 en el programa de Los Monkees, la popular banda de Micky Dolenz y Davy Jones que trascendió las pantallas de televisión para la que fue creada. Sherman encarnaba a Frankie Catalina, un ídolo juvenil inspirado en Frankie Avalon, quien había sido famoso 20 años antes. En 1971 también tuvo un pequeño papel en otro éxito de la década, La familia Partridge.
Antes de aquello, sin embargo, Sherman se hizo un nombre poniendo su voz en baladas pop suaves y pegajosas. Su carrera despegó cuando ganó un puesto en el programa de talentos Shindig! de la ABC, a mediados de los sesenta. En los años siguientes lograría colocar cuatro éxitos en la lista Top 10 de Billboard Hot 100: Little Woman, Julie, Do Ya Love Me, Easy Come, Easy Go y La La La (If I Had You). Su álbum Here Comes Bobby permaneció 48 semanas en la lista, e incluso se coló a la décima posición.
La combinación de su presencia en pantalla y en las listas de éxitos pop amplió su base de fanáticos. Esta era tan sólida, que Sherman solía presumir de ella. “Podía cantar un himno tan solemne como el Auld Lang Syne y aún así la gente lo habría comprado, mi público era tan joven e impresionable que habría comprado cualquier cosa relacionada con Bobby Sherman”, reflexionó el artista en 1989 durante una entrevista con Los Angeles Times.
Robert Sherman Jr. era originario de Santa Mónica, California. Su melena rubia y atractivo rostro, cualidades vinculadas a esta ciudad costera californiana, lo ayudaron a ser un chico popular que jugaba al fútbol americano en el colegio al que asistió en la zona de Van Nuys, en el valle de San Fernando.
Fue descubierto, en el más amplio sentido de la palabra, cuando acudió a una premier de Hollywood en 1965. En la fiesta se sumó a un coro formado por varios de sus excompañeros del instituto. Entre los asistentes al evento, que terminaría cambiándole la vida, estaba Natalie Wood, el ídolo Sal Mineo y Jane Fonda. Esta última fue quien sugirió a unos amigos productores que el chico tenía el talento y apariencia para participar en el programa de variedad Shindig!
Su carrera en el mundo del entretenimiento se apagó con la misma rapidez con la que inició. En los primeros años de los setenta sus temas musicales apenas conseguían entrar en las listas de éxitos. Para entonces, Sherman enfrentaba una dura competencia y saturación de ídolos como él, creados para audiencias jóvenes y con el mismo estilo sonoro.
Entonces Sherman cambió de giro. Se convirtió en un técnico médico de emergencias certificado e instructor para el Departamento de Policía de Los Ángeles, donde enseñaba primeros auxilios y daba cursos de reanimación cardio pulmonar. Donaba su salario a la institución.
Hace varios años, confesó a la revista Tulsa World que había disfrutado del viaje que fue su vida, pero que de saber que su carrera sería tan corta habría aprovechado más. “No cambiaría nada, excepto tal vez haber sido un poco más consciente de lo que vivía, porque probablemente habría disfrutado más. Fue mucho trabajo. Mucha sangre, sudor y lágrimas. Pero fue la mejor época”, dijo en 1997.