El presidente argentno es un fervoroso creyente en las teorías desarrolladas por los economistas de la Escuela Austríaca y su remate más radical e intransigente: el anarco capitalismo de Murray Rothbard que no conforme con someter toda la vida social a la magia de los mercados llega al extremo de proponer la lisa y llana abolición del estado. Eso es lo que Milei, auto confesado “topo”, pretende hacer destruyéndolo desde adentro, cosa que en cierta medida ya está logrando, para desgracia de quienes (sobre)vivimos en este país.
En anteriores trabajos he demostrado la insanable debilidad teórica de ambas corrientes de pensamiento y su total incomprensión del funcionamiento real de una economía capitalista. Sus teorías no se remiten a las realidades de su tiempo sino que son ocurrencias y especulaciones que nada tienen que ver con el capitalismo realmente existente. En el caso argentino este desvarío se complica por el esoterismo y las fabulaciones a las cuales es tan afecto el presidente (¡la Argentina como una potencia mundial!, por ejemplo) y su notable desprecio por los datos concretos que lo llevan a utilizar un número mágico, 17.000, casi para cualquier cosa.
La miseria teórica de la Escuela Austríaca y su vástago neoyorquino, Rothbard, salta a la vista ni bien se contrastan sus elucubraciones con la economía austríaca “realmente existente”. Para los apóstoles de la absoluta primacía de los mercados debe resultarles un dato indigesto el hecho de que en Austria el gasto público en relación al PIB haya fluctuado entre el 48.5 % en 2019, llegando al 59.4 % durante la pandemia del 2020 y estabilizándose en el 2024 en torno al 56 %. (https://datosmacro.expansion.com/paises/austria) ¿Qué tiene esto que ver con la desaforada prédica de Milei y sus prosélitos? Nada. Lo de ellos es pura borrachera ideológica. La deuda pública alcanzó el año pasado en Austria al 81,8 % del PIB y el déficit fiscal, anatema para nuestro gobierno, se empinó en ese mismo año hasta un 4.7 % del PIB. Son totalmente ajenos a las autoridades austríacas los delirios del equipo gobernante argentino y su culto supersticioso al “equilibrio fiscal”. Casi ningún gobierno en el mundo cree en esa tontería pues la gran mayoría de los gobiernos tienen sus cuentas en rojo.
Dado lo anterior nadie debería sorprenderse del elevado nivel de intervencionismo estatal que prevalece en Austria. Lejos de los prejuicios, los insultos y el culto a la crueldad que practica el gobierno de Milei en aquel país centroeuropeo la mayoría de los residentes de Viena, un 60 % aproximadamente, reside en viviendas públicas y los alquileres, tanto los de ellos como los de quienes habitan en viviendas municipales se encuentran sometidos a una estricta regulación estatal que hace que los alquileres se fijen muy por debajo del precio del mercado. Las viviendas construidas antes del año 1945 también están sometidas a una estricta regulación. Una práctica semejante -llamada el rent stabilization– existe también en New York, algo que los economistas libertarios parecen desconocer por completo. En la big apple aproximadamente un 45 por ciento de los alquileres se encuentran regulados por las autoridades municipales.
A diferencia de lo que hace el gobierno argentino que se incumple con la obligación constitucional de financiar al hospital público -caso Garrahan y tantos otros- así como a las agencias especializadas en el área de salud, en Austria las instituciones estatales garantizan una cobertura gratuita y universal para todos sus habitantes, incluyendo a los extranjeros legalmente establecidos en el país. El sistema se financia mediante un aporte equivalentes al 7.5 % del salario bruto y pagado por partes iguales entre los trabajadores y los empleadores.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) Austria se encuentra entre los diez mejores países en lo tocante a la atención médica de su población. Y lo mismo ocurre con la educación: pública y gratuita desde el jardín de infantes; obligatoria, pública y gratuita en la primaria y la secundaria, y pública y gratuita en el nivel universitario. Una rigurosa regulación del mercado de trabajo, con un claro sesgo pro-labor garantiza un nivel de igualdad económica superior al de otros países desarrollados. El coeficiente Gini que mide la desigualdad económica (cuanto más grande su valor mayor es la desigualdad) es uno de los más bajos de los países desarrollados: 28.1 contra 41.8 de Estados Unidos, el país modelo para Milei y sus secuaces. (https://datosmacro.expansion.com/demografia/indice-gini )
Para concluir, la gestión estatal ha logrado atenuar las desigualdades socioeconómicas que el capitalismo reproduce y acrecienta incesantemente. Esto fue posible gracias a que ningún gobierno de los más distintos signos políticos -conservadores, democristianos, socialdemócratas, liberales, coaliciones varias-que tuvo Austria desde la posguerra se le ocurrió hacer de la motosierra el símbolo de su gestión. Esos mayúsculos desatinos como los que incurre nuestro gobierno son impensables en otras latitudes.
Fueron las activas políticas gubernamentales las que hicieron de Austria un país más igualitario y solidario que la Argentina, impidiendo que los mercados arrasen con los derechos inherentes a la ciudadanía -a la salud, la educación, la previsión social, etcétera- y empobrezcan a sectores crecientes de la población, sacrificados en el altar de las ganancias empresariales. Es decir, la Escuela Austríaca (ya una pieza de museo) y sus cultores han demostrado, al igual que los libertarios argentinos, que no tienen la menor idea de como funciona la economía de sus respectivos países y que son tan sólo una esotérica secta fundamentalista hábilmente manipulada por una voraz clase empresaria que se aprovecha de ella para embolsar fabulosas ganancias y vender el país al mejor postor.