Al rock de combustión lenta del Inter Miami, que empezó el Mundial de Clubes un tanto desafinado, le queda al menos una última función el domingo en Atlanta, los octavos de final contra el Paris Saint-Germain campeón de la última Champions (18.00, Dazn y Telecinco). Messi se reencuentra con el equipo que le acogió después de dejar el Barça y con Luis Enrique, el entrenador con el que ganó su última Copa de Europa en 2015. Empató con el Palmeiras un partido que empezó ganando 2-0 y avanza a los cruces como segundo de un grupo en el que se quedó fuera el Oporto. Los brasileños se verán con Botafogo, los compatriotas que dejaron fuera con su resistencia y su victoria contra el PSG al Atlético de Madrid en Los Ángeles.
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Óscar Ustari, Maximiliano Falcón, Tomás Avilés, Marcelo Weigandt, Noah Allen, Sergio Busquets, Federico Redondo (Baltasar Rodríguez, min. 76), Telasco Segovia (Jordi Alba, min. 65), Tadeo Allende (Fafà Picault, min. 76), Luis Suárez (Benjamín Cremaschi, min. 72) y Lionel Messi
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Weverton, Gustavo Gómez, Joaquín Piquerez, Marcos Rocha (Allan, min. 66), Murilo (Bruno Fuchs, min. 17), Lucas Evangelista (Vitor Roque, min. 66), Richard Ríos, Estêvão, Facundo Torres (Paulinho, min. 54), Raphael Veiga (Maurício, min. 45) y José López
Goles
1-0 min. 15: Tadeo Allende. 2-0 min. 64: Luis Suárez. 2-1 min. 79: Paulo Henrique. 2-2 min. 86: Mauricio
Arbitro Szymon Marciniak
Tarjetas amarillas
Messi (min. 45)
El fútbol todavía conserva esa misteriosa cualidad de poder ser jugado de muchas formas. En la era de la repetición de esfuerzos, los atletas y la intensidad, el juego también se puede gobernar caminando. Incluso contra el entusiasmo juvenil del brasileño Estevão. El Inter Miami consiguió dormir al Palmeiras, pese a que el Palmeiras había poblado el Hard Rock con una pequeña multitud entusiasmada que les empujaba. No era la vibrante grada de Boca, pero dibujaron un tifo en un fondo con cartulinas, “SEP”, y reclamaron su pedigrí con una pancarta: “El primer club campeón del mundo 1951”. Reivindican su victoria en la Copa de Río como el punto inicial de este novedoso Mundial de Clubes, algo que no les reconoce la FIFA.
Empezaron contagiados de ese espíritu antisistema, pero el Inter le fue bajando las revoluciones con su lento metrónomo del pase. Empezaron acunando la pelota de central a central, hasta que el punta, José Manuel López, se desesperó de ir de lado a lado. Y fueron incorporando más intérpretes a la función. Hasta que se descolgó también Messi a relacionarse.
Observar al argentino es un entretenimiento hipnótico en noches en las que parece que no pasa nada. También parece que no pasa nada con él mientras vaga por la hierba con las manos a la espalda. Hasta que ha cartografiado el terreno y empieza a ejecutar maniobras aparentemente contradictorias. Se aleja del juego para conectarse a él. Descubre espacios prometedores en el punto ciego de los defensas, y desde ahí abre vías de escape por las que avanza su equipo. Agota una posición en la banda derecha y salta unos minutos después a la izquierda. Y así, de charla con Busquets y Federico Redondo, va transcurriendo un partido que apenas muestra su filo.
El Palmeiras juega a otra velocidad, pero juega poco. Apenas le dejan la pelota. Pisa el área, pero ahí se enreda, se vuelve impreciso, se frustra. Estevão, la última gran producción del club después de Endrick, a punto de mudarse al Chelsea, trataba de encender su banda derecha, pero la llama no prendía. A partir de ese punto desde el que trata de despegar el extremo zurdo, el Inter se empleaba en no dejar aire.
Cuando no sucedía más que el caminar del Inter y el arrojo sin premio del Palmeiras, Redondo reventó la pelota y el despeje cayó en el centro del campo, donde Luis Suárez la domó con un pase de pecho. El uruguayo puso a correr a Tadeo Allende. Murilo trató de seguirlo y terminó lesionado. Y el argentino cedido por el Celta batió a Weverton.
Al Palmeiras le costó muchos minutos despertar del somnífero del Inter y hacerlo recular contra el área de Ustari. Sin la pelota, el equipo de Messi es mucho más vulnerable, pero incluso en esas circunstancias fue capaz de sacar otro golpe de uno de su rockeros más viejos. Suárez se coló entre dos rivales y se encontró a otro en la frontal. Se deshizo de él con un regate trompicado y reventó la red con la zurda.
Los brasileños iban por detrás, pero cada vez cercaban más a Ustari. El Inter se apretaba alrededor de su área, mucho más incómodo protegiéndose sin balón. Resistiendo. Aliviado con cada despeje. Pero derritiéndose. Allan los empujó un poco más abajo cuando filtró un pase luminoso a la entrada de Paulinho, que marcó el 2-1.
Todo sucedía ya en esa área, donde le cayó un balón a Mauricio que acertó con el empate. El Palmeiras seguía empujando. Quizá no era demasiado tarde. Hasta que lo fue. Ustari mató definitivamente el partido con una doble parada en el 94. Y la banda de Messi sigue adelante.