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Cuando Vicky Céspedes se sienta frente al volante, hay algo en su mirada que mezcla orgullo y vértigo. Tiene 40 años, tres hijos y, hasta hace poco, su rutina incluía extenuantes turnos como promotora o reponedora en supermercados. “Quería cambiar de trabajo porque no estaba conforme”, asegura. Postuló, sin exagerar, a más de 30 empleos. Uno de esos la llevó a una entrevista a RBU —antes Redbus Urbano—, una operadora del transporte público en Santiago de Chile. No le tuvo miedo y entró. Primero como limpiadora en un terminal de buses y, en enero de 2025, a un taller para convertirse en chófer profesional. Solo un día después de terminar de limpiar, comenzó las clases. “Era mi propósito y dije: ‘lo voy a hacer hasta el final’. Y aquí estoy”, cuenta.
Céspedes forma parte de un grupo cada vez más amplio de mujeres que han sido capacitadas y contratadas como conductoras de buses gracias a Mujeres Conductoras, un programa pionero en Chile. Esta política pública fue impulsada en 2022 por el Directorio de Transporte Público Metropolitano (DTPM), que asegura la ejecución de servicios ofrecidos por los operadores del sistema. Desde entonces, se ha implementado en diez comunas, donde se han realizado 16 cursos, y ha sido adoptado por empresas como RBU. Esta última ha capacitado a 77 de las 323 mujeres en buses diésel, híbridos y, cada vez más, eléctricos. En el país, hay 2.064 mujeres conductoras, lo que representa el 11,5 % del total. De acuerdo con el Observatorio Latinoamericano de Género y Movilidad, Chile lidera la clasificación con el mayor número de mujeres al volante en el sistema de transporte público.
“Había mujeres capaces y con necesidad de trabajar, pero a las que no se les daba una oportunidad”, explica Paola Tapia, directora del DTPM, recordando que también ofrecen becas a aquellas que residen cerca de los terminales. La idea es abrir un espacio laboral históricamente masculino a mujeres, a muchas jefas de hogar y sin experiencia en conducción profesional.
El primer paso para llegar
Santiago es hoy la ciudad con más buses eléctricos del mundo fuera de China. Según el Primer Informe de Electromovilidad 2024 del DTPM, estos vehículos representan solo el 3,3 % de las emisiones de dióxido de carbono —uno de los responsables del cambio climático— del sistema de transporte, frente al 90 % que generan vehículos particulares y motos. Pero los beneficios ambientales van más allá: entre 2019 y 2023, en el eje Alameda —Providencia, en la Región Metropolitana— se registró una disminución del 44 % en los niveles de ruido en horas punta. Este descenso se atribuye al aumento de buses eléctricos en circulación en ese tramo —que pasó del 12 % al 36 % —, y al hecho de que los electroterminales generan menos bulla que los de diésel.
Para 2025, se prevé la incorporación de 1.800 nuevos buses eléctricos, lo que elevaría la flota total a más de 4.200 unidades y alcanzaría cerca del 68 % del parque de transporte público, señala Tapia. La expansión de la flota eléctrica ha impulsado también la capacitación femenina. En ese contexto, Mujeres Conductoras ofrece un curso de formación que dura dos meses y medio. Al finalizar, rinden el examen para obtener la licencia profesional y realizan prácticas supervisadas en ruta. En el caso de RBU, se hacen llamados internos a trabajadoras de otras áreas interesadas en convertirse en conductoras, como ocurrió con Céspedes.

Tapia destaca que la formación garantiza un contrato laboral con las empresas patrocinadoras. “Además del impacto para las propias mujeres, el programa beneficia a las compañías. También mejora el clima para los pasajeros, ya que la presencia femenina genera empatía y contribuye a la seguridad vial, porque las mujeres presentan menores tasas de siniestralidad”, dice.
Carolina Paredes, gerente de Personas en RBU, explica que el perfil de las postulantes ha sido diverso: “Las mujeres te dicen: ‘Me sentí capaz de tomar la decisión de divorciarme’; ‘Pude hacer que mis hijas estudien’, ‘me siento poderosa’”, relata.
Que hoy exista un programa así no es casualidad. Es el resultado de años de lucha de mujeres que abrieron camino, como la dirigente sindical Patricia Becerra, de 62 años y una de las primeras conductoras del transporte público. En 2007, eran muy pocas las mujeres como ella (40). “Ves un trabajo que hemos hecho los distintos operadores y que tiene efecto”, asegura Paredes.

Desde una de las salas donde trabaja como instructora de Mujeres Conductoras, Becerra rememora sus inicios: “Yo fui observando [a los conductores]: cómo trabajaban y cómo lo hacían. Aprendiéndome los paraderos. Cuánto duraba un semáforo. Cuánta gente subía”, recuerda. “Y me fui ganando su respeto”. Reconoce que el camino no fue fácil: “Las personas se subían al bus y decían: ‘¡una mujer! Afírmese bien porque vamos a chocar’. Pero cambiaron la actitud. Tomaron confianza y después ya te reconocían. Me regalaban chocolates”.
Hoy aún se emociona al ver a otras mujeres tomar el volante. Pero esa alegría convive con un panorama donde ellas siguen siendo minoría. La discriminación de género en el transporte está ampliamente documentada. Según el Informe de Género y Movilidad 2023–2024, es el tercer sector económico más masculinizado del país, detrás de minería y construcción. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadísticas, en 2023 la participación femenina en los distintos segmentos alcanzó, en promedio, apenas un 17,3 %.
Según el mismo reporte, el 65,5 % de los viajes por labores de cuidado en Santiago los realizan mujeres. Esto incluye dejar a niños en el colegio, hacer compras o acompañar a personas mayores a centros de salud. El documento también subraya que la violencia de género y la inseguridad durante los desplazamientos son barreras que limitan su libertad de movimiento. Por eso, integrar a más mujeres al volante también mejora el sistema. Ellas tienen otra mirada, con una comprensión más cercana de las necesidades de quienes transportan, indica Paredes.

Tapia subraya que el objetivo es seguir aumentando el número de conductoras. El estudio Ipsos Mujeres conductoras reveló que el 75% de los consultados considera que la presencia femenina al volante es beneficiosa para la ciudad. Las propias participantes también lo valoran. Para asegurar la continuidad, desde el DTPM se estableció la obligación de que las empresas concesionarias alcancen al menos un 18% de mujeres conductoras en su dotación. Para Paredes, el programa es una muestra concreta de cómo avanzar hacia un transporte público más inclusivo. “No queremos solo conductoras: queremos que las mujeres estén en toda la línea de decisión de la organización”.
El fin de semana, Céspedes saldrá oficialmente a ruta por primera vez. Está nerviosa y emocionada. “Ha sido un proceso bonito. De aprender, de conocer gente, de saber que el día de mañana voy a tener una posibilidad económica mejor”. Su padre, de 80 años, fue conductor de bus durante tres décadas. “Tiene su licencia de conductor profesional, pero no imaginó que iba a seguir sus pasos”, dice. “De hecho, por eso está feliz”.
