Las guacamayas regresan a Río de Janeiro 200 años después | América Futura

Las guacamayas regresan a Río de Janeiro 200 años después | América Futura


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Suelen ser bastante visibles en las postales, souvenirs y estampados tropicales que compran los turistas que visitan Río de Janeiro en Brasil. Pero lo cierto es que las guacamayas hace tiempo que desaparecieron de la ‘Ciudad Maravillosa’: más de 200 años. Ahora, un proyecto de la organización Refauna busca reintroducirlas en la Floresta de Tijuca, la mayor selva urbana del mundo. Los pioneros son cuatro ejemplares que llegaron en junio y que se están entrenando para ser liberados en breve, en cuanto demuestren que sabrán arreglárselas solos.

La guacamaya azul y amarilla (Ara ararauna) está presente en Sudamérica, desde Panamá hasta el noreste de Argentina, y aunque no está en peligro de extinción, sí ha desaparecido de muchos de sus antiguos dominios. En Río de Janeiro, los primeros registros son del francés Jean de Léry, un pastor calvinista que en el siglo XVI vivió junto a los indígenas tupinambás en las aldeas que después dieron paso a la ciudad de Río. Describió el plumaje amarillo de su pecho como “oro fino” y, ya entonces, observó cómo algunas aves dormían en la selva, pero otras hacían vida en las cabañas como mascotas. Con la colonización, la caza y la conversión de la selva en cafetales, la especie fue desapareciendo. El último registro es de 1818. Desde entonces, no se tiene constancia de este majestuoso loro en la ciudad, más allá de alguna fuga de una jaula de vez en cuando.

Así lo explica la joven bióloga Lara Renzeti, que lidera el programa para reintroducir los animales a la selva de donde nunca deberían haber desaparecido. En las últimas semanas, su rutina consiste en vigilar cada movimiento de los cuatro ejemplares donados por un zoológico de São Paulo, que se están adaptando en un recinto construido exprofeso en medio de la selva. Pasarán aquí unos meses acostumbrándose al sonido de la naturaleza, a los cambios de humedad y de temperatura y a su nueva alimentación. De momento, comen pienso, un concentrado seco y procesado, pero en breve les irán introduciendo frutos nativos, como los de las palmeras juçara y jerivá, que también encontrarán en su vida en libertad. Renzeti les da de comer casi escondiéndose detrás de la valla del recinto, manejando una bandeja atada a una polea para que el alimento no llegue hasta ellos a través de las manos humanas.

La idea es que no se acostumbren a asociar personas con comida, porque la selva donde volarán libres es el parque nacional más concurrido de Brasil: recibió 4,6 millones de visitantes el año pasado. La mayoría de turistas visita el Cristo del Corcovado, pero miles de cariocas recorren sus caminos y se bañan en sus refrescantes cascadas los fines de semana.

Las guacamayas no pondrán reparos a esa presencia humana, dice Renzeti, que recuerda que, si todo va bien y la población se asienta, explorarán los barrios y se asomarán a balcones y ventanas. Evitar que sean demasiado afables para que no acaben convertidos en mascotas es parte de la misión. “Las guacamayas son muy tolerantes a disturbios antrópicos y generalistas en la alimentación, pero muy exigentes con la nidificación”, dice. Les gusta construir sus nidos en huecos de palmeras muertas, y ahí es donde está uno de los principales retos. La Floresta de Tijuca es una selva “replantada”. Desapareció casi por completo para dar lugar a cafetales, pero a partir de 1861 el entonces emperador Pedro II mandó a iniciar un ambicioso proceso de reforestación. El resultado es una selva frondosa, pero joven, donde no abundan las viejas palmeras que tanto gustan a las guacamayas. Para subsanar esa ausencia, se han colocado cuatro nidos artificiales cerca del recinto de aclimatación.

Antes de iniciar la reintroducción, los guacamayos fueron sometidos a todos los controles sanitarios.

Las expectativas sobre la reproducción de la especie son optimistas, porque entre los cuatro ejemplares ya hay una pareja formada. Son Fernanda y Selton (los nombres son un homenaje a Fernanda Torres y Selton Mello, los actores brasileños protagonistas del filme ‘Aún estoy aquí’, ganador del Oscar a mejor película internacional este año, un auténtico fenómeno en Brasil). Completan el cuarteto dos hembras llamadas Sueli y Fátima, un guiño a la serie ‘Tapas e Beijos’, también protagonizada por Fernanda Torres. Se espera que reciban compañía masculina en breve, porque la idea es que sigan llegando guacamayas.

Para Renzeti, lo ideal sería contar con un mínimo de 40 para tener garantías de que la población será sostenible. Ella es optimista y sueña con el día en que el colorido plumaje de estos pájaros sea parte indisociable de la selva carioca. “Si hacemos que esto funcione y dentro de poco voy por la calle y vuela una pareja de guacamayos sobre mí, sentiré que mi corto tiempo en la Tierra tuvo algún valor”, asegura sonriente. De momento, el proyecto Refauna, ya ha reintroducido otras especies extintas en Río, como tortugas terrestres, agutíes y monos aulladores. Devolverlos a su hábitat original no es un capricho, sino un intento de restaurar el delicado equilibrio ecológico. Sin la dispersión de semillas que los animales generan, por ejemplo, la selva no tendría garantizado su futuro a largo plazo.