La solidaridad de Lula con CFK, un mensaje contra el lawfare y la derecha regional | Qué hay detrás de su próxima llegada a la Argentina

La solidaridad de Lula con CFK, un mensaje contra el lawfare y la derecha regional | Qué hay detrás de su próxima llegada a la Argentina

Desde Brasil

La solidaridad de Luiz Inácio Lula da Silva hacia Cristina Fernández, manifestada por el diputado del PT, Paulo Pimenta el miércoles pasado en Buenos Aires, no pasó inadvertida para la extrema derecha brasileña, desde donde surgieron expresiones de descontento. Entre ellas, la del presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, Felipe Barros. El legislador bolsonarista, que este año visitó a colegas del Partido Republicano en Estados Unidos, donde habló de la deriva dictatorial en que estaría sumido Brasil, utilizó las redes sociales para ironizar sobre el viaje del representante de Lula a la Argentina y comparar a Cristina con la esposa del expresidente peruano Ollanta Humala, condenada por el capítulo andino de Lava Jato.

La mujer de Humala. Nadine Heredia, fue asilada en Brasil ante el riesgo de ser encarcelada por un poder judicial alineado al gobierno de facto surgido tras el golpe contra el presidente Pedro Castillo.

Otro dirigente brasileño molesto con el respaldo de Lula hacia Cristina es el gobernador del estado de Goiás, lindante con la capital, Brasilia, Ronaldo Caiado. Para el gobernador, el posible encuentro Lula-Cristina no se justifica, a menos que desde el gobierno de centroizquierda pretenda dañar las relaciones diplomáticas entre Brasilia y Buenos Aires. Caiado omitió que el vínculo entre los dos países más importantes de Sudamérica fue boicoteado desde el gobierno de Javier Milei.

Para conocer el perfil del gobernador basta con decir que, en su lanzamiento como candidato a la presidencia de Brasil en los comicios de 2026, prometió que, en caso de ser electo, indultará a Jair Bolsonaro, quien para entonces seguramente estará condenado por organizar el golpe de Estado lanzado en enero de 2023.

El emisario

Que el emisario escogido por Lula para viajar a Buenos Aires haya sido Paulo Pimenta es un mensaje fuerte. El diputado federal por Rio Grande do Sul estrechó su relación con Lula durante su arresto en Curitiba, cuando desde el régimen bolsonarista —iniciado en enero de 2019— se presagiaba que el ex tornero, jamás retornaría a la política.

Como se ve, Bolsonaro y su entorno fueron arrastrados por un triunfalismo comparable al que hoy embriaga a sectores del antikirchnerismo. Por cierto, al gobierno bolsonarista no le faltaban motivos para confiar en el fin del lulismo: tenía de su lado una opinión pública atontada por las redes sociales y un ministro con superpoderes: Sergio Moro.

Desde su despacho de la cartera de Justicia Moro operó para garantizar el ostracismo de Lula, a quien, siendo juez, había condenado en una causa abusiva y parcial.

Durante aquellos años de adversidad, el diputado Pimenta fue quien denunció las ilegalidades de Moro, a quien increpó durante una recordada audiencia en la Cámara Baja, donde le enrostró ser la principal pieza del lawfare y marioneta de Washington.

Esa posición irreductible de Pimenta le valió la gratitud de Lula, que lo designó ministro de Comunicaciones en enero de 2023 y ahora lo envió a Buenos Aires en una misión con implicancias diplomáticas.

Plan Cóndor 

Paulo Pimenta sostiene que la cacería política bajo apariencia judicial de la que fueron víctimas Lula, Cristina y otros dirigentes de la región —como los expresidentes Rafael Correa, de Ecuador, y el paraguayo Fernando Lugo— es parte de una “guerra híbrida” para implantar gobiernos autoritarios como los de Milei en Argentina, Daniel Noboa en Ecuador y favorecer el regreso del bolsonarismo.

Ese modelo tiene en su matriz, según Pimenta, elementos de lo que fue el Plan Cóndor, al amparo del cual las dictaduras se coordinaron para secuestrar y asesinar a la resistencia democrática.

Si Brasil no se solidariza a con Cristina, como en su hora lo hicieron dirigentes argentinos para lograr la libertad y restablecimiento de los derechos políticos de Lula, un nuevo Cóndor se cargará a las democracias, advierte.

Pimenta dijo que la agenda de Lula en Argentina aún está en elaboración y sujeta al permiso de las autoridades argentinas para que sea recibido en el departamento de San José 1111. En principio, el brasileño podría arribar el miércoles 2 de julio para su agenda privada con Cristina y reservar el jueves 3 para la cumbre de presidentes del Mercosur, cuando concluye el mandato semestral de Javier Milei.

Desquite

Fuentes del Palacio del Planalto dijeron que Lula no tiene en carpeta conversar a solas con su colega argentino al margen de la cumbre del Mercosur, donde se espera la presencia de los mandatarios Yamandú Orsi, de Uruguay, Santiago Peña, Paraguay y el boliviano Luis Arce, que acaba de sumarse al grupo. Y no se descarta la asistencia del presidente chileno Gabriel Boric.

La prioridad institucional del petista es rescatar al Mercosur del letargo al que lo condenó Milei.

Según dijeron bajo anonimato voceros del gobierno consultados por el diario O Globo, Lula podría analizar una conversación con su par argentino cuando éste se haya disculpado por las ofensas disparadas en 2023.

Lula no olvidó aquellos agravios ni el desplante de su colega en julio del año pasado cuando viajó a Brasil no para una visita oficial en el Planalto, sino para discursar en el Balneario Camboriú, donde participó en un evento de la Conferencia para la Acción Conservadora (CPAC), donde conviven representantes de la extrema derecha y fascistas en estado puro. El jefe de Estado argentino viajó invitado por el clan Bolsonaro. De aquella cita se recuerdan menos los discursos, todos en clave antidemocrática, que la escatológica escena en que el capitán Bolsonaro obsequió a su camarada argentino con una medalla a la infalibilidad sexual. Desde una posición antagónica a la de Milei y Bolsonaro, Lula pretende a partir del 3 de julio reactivar el Mercosur, dotándolo de un nuevo impulso democrático, objetivo en el que cuenta con el apoyo firme del uruguayo Orsi y el boliviano Arce, y la adhesión al menos nominal del paraguayo Peña. También tendrá el aval de Boric, aunque éste no integra el grupo sudamericano.

Sumado a lo anterior, el futuro presidente del Mercosur prometió concluir este año el acuerdo con la Unión Europea, alegando que ese pacto favorecerá el multilateralismo en desmedro del unilateralismo de Trump y su acólito, Javier Milei.

Noticias sesgadas

En la prensa conservadora, la visita de Paulo Pimenta para llevar en persona el mensaje de Lula fue contada a través de noticias sesgadas. El relato hegemónico sugiere que Lula, con su apoyo a la líder de la oposición a Milei, comete un nuevo error diplomático, que se añade, según esa óptica, a la fallida gira por China y Rusia, en la que defendió al grupo BRICS y se despachó contra Donald Trump.

Este domingo, Lula volvió a cargar contra el gobierno republicano, horas después de iniciada la ofensiva contra Irán. En nota oficial dijo que “condena con vehemencia” los ataques contra instalaciones nucleares.

Lawfare

Esas mismas empresas de comunicación que recelan de la participación brasileña en el BRICS y los cuestionamientos al trumpismo son casi unánimes en sus críticas a los líderes “populistas” latinoamericanos: desde la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, al colombiano Gustavo Petro y, por supuesto, a Cristina Fernández. En esos medios se dan por ciertos los cargos contra la exmandataria argentina con la misma certeza con que se convalida el desempeño de la Corte Suprema, soslayando los vicios de la sentencia.

Así, la prensa brasileña, mediante esa narrativa indulgente sobre la justicia argentina, repite la misma línea editorial que en su hora respaldó la causa Lava Jato, gracias a la cual Lula fue impedido de participar en las elecciones de 2018, cuando las encuestas lo ubicaban veinte puntos por delante del, a la postre, ganador Jair Bolsonaro. Y permaneció recluido durante 580 días, en solitario, en una celda de la fría Curitiba, la ciudad donde mandaba el juez Sergio Moro, responsable de Lava Jato, el paradigma de la guerra política con apariencia judicial: el lawfare.