Quizá resultó la mejor final de Grand Slam de todos los tiempos. O seguramente haya quedado a la par con aquella que Rafael Nadal le ganó a Roger Federer en Wimbledon, ya con las sombras de la noche londinense sobre la cancha central del All England, en 2008. Lo que hicieron Carlos Alcaraz y Jannik Sinner en el icónico polvo de ladrillo de la Philippe Chatrier de Roland Garros merece todos los adjetivos. Fue una definición épica, histórica, de leyenda. Un partido para gozar y repasar cada vez que alguien se atreva a decir que el tenis perdió la esencia o, pero aún, el interés.
El español y el italiano, los dos mejores jugadores del mundo por un amplio margen, no pudieron haber ofrecido un mejor espectáculo con un tenis distinto que al que se había visto hasta ahora. Porque jugaron a un máximo de velocidad durante cinco horas y 29 minutos, porque lo hicieron con una calificación de 10 puntos con los dos dejando pocos huecos para el adversario.
Porque sólo Sinner cayó en algún desliz en los tres match points que tuvo y en el tie break del quinto set cuando pareció caído física y mentalmente. Y porque lo de Alcaraz -que terminó dando la sensación de contar con resto para jugar una hora más, por lo menos- fue algo increíble, ya que jugó muy bien durante todo el partido pero aún lo hizo mejor cuando fue más al límite en ese super tie break en el que, por ejemplo, los cuatro primeros puntos los ganó con cuatro winners (el último, tras un drop magistral).
No se puede jugar mejor al tenis. Y eso está más que claro. Lo que más sorprende es que con esa edad -22 y 23 años- puedan hacerlo a semejante velocidad y con la potencia que le imprimen a todos los golpes. Prácticamente Alcaraz y Sinner no entran en defensa; es ataque y ataque. Ni siquiera es contragolpe lo que intentan y ejecutan. Es, en realidad, un contragolpe ofensivo y por eso van hacia adelante y más buscan y más tiran cuando más forzados están.
¿Y cuál es el plan B, entonces? No hay misterios: atacar, por supuesto. Esa es una condición de ambos. Alcaraz tiene más ductilidad, más toque, más drop y un mejor slice de revés. Sinner es más “máquina” y tiene un cañón de ambos lados. ¿El saque? Los dos lo ejecutan bien, aunque el número 1 del mundo, un poco mejor. ¿La devolución? Es superlativa la de ambos, con una aceleración plena. Un dato más: el uso de los ángulos cortos. La cantidad de ángulos que juegan a una gran velocidad también es demencial mientras antes esos ángulos se jugaban con menos potencia y más efectos. Y ahí hay una diferencia sustancial con el pasado no muy lejano.
Lo más increíble de la inolvidable final fueron las idas y vueltas que tuvo, y cómo en esos vaivenes del partido ambos mantuvieron una gran regularidad pese a los riesgos que asumen. De hecho, los winners fueron 123 y casi el 32 por ciento de los puntos que se jugaron se definieron con tiros ganadores. Otro dato que surge de los números: en el quinto set, después de la intensidad máxima de los cuatro primeros, Alcaraz sumó 23 winners y Sinner, 17. O sea, 40 en total (una cantidad mayor a la que se registró en el mismo rubro en los cuatro parciales anteriores); mientras, en ese mismo capítulo decisivo el murciano tuvo 14 errores no forzados y su rival, 11. Es decir, 25 entre ambos. Por lo tanto, en el momento de mayor cansancio físico y mental, los dos acertaron más de lo que fallaron. Bestial.
El tenis actual -el de Sinner y Alcaraz- no sólo es pegarle y pegarle a la pelota cada vez más fuerte. Los dos piensan, los dos tienen su estrategia para ganar. La del italiano es jugar a los lugares libres con variantes de contrapiernas, con su saque y su potencia tanto de drive como de revés, con desequilibrio por sus winners, con frialdad y un estado físico maravilloso; la del español es lastimar con su drive y con su mayor cantidad de efectos y variantes.
Bienvenidos entonces a la nueva era del tenis. Bienvenidos a un deporte que tiene las mismas reglas pero es diferente porque lo ejecutan dos fenómenos de potencia física y solidez mental. Y sin entrar en las comparaciones, porque todavía están muy lejos de los números de los tres mejores de todos los tiempos, también habrá que disfrutarlos.