El presidente de Colombia, Gustavo Petro, abrió esta semana un inesperado frente diplomático. Sin medias tintas, sorprendió a su propia Cancillería al denunciar que Perú se ha “apropiado” de Santa Rosa, una isla sobre el río Amazonas que surgió hace medio siglo y que está habitada por peruanos desde hace décadas. La acusación, formulada en redes sociales y luego en el puerto fronterizo de Leticia, crispó aún más la ya tensa relación entre ambos países. Sin embargo, el asunto va más allá de la creciente tensión. De fondo, hay una profunda problemática ambiental que lleva décadas sin que el Estado colombiano le preste mayor atención: el Amazonas se sedimenta cada vez más del lado colombiano, con la formación de numerosas islas. Leticia, el punto de acceso de Colombia al río más largo y caudaloso del mundo, se puede quedar sin puerto; el país, que acordó hace un siglo que el Amazonas sería su frontera con Perú, podría tener un límite terrestre.
El río es cada vez más peruano a la altura de Leticia. El Laboratorio de Estudios Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia advirtió hace unas semanas que la proporción del caudal del lado colombiano cayó del 30% en 1993 a 19,5% en las mediciones de este año. El lecho se llena de sedimentos en las inmediaciones de Leticia, mientras que erosiona la costa peruana. Las proyecciones de la Armada señalan que, si no se hace nada al respecto antes del 2030, la capital del departamento colombiano del Amazonas perderá su acceso al río durante la mayor parte del año. Solo lo retendrá en los tres o cuatro meses de intensas lluvias. El resto del tiempo, sus habitantes tendrían que caminar un par de kilómetros bajo el sol para acceder al Amazonas a través de Santa Rosa.
Gran parte de la identidad de Leticia se basa en el río. Colombia la consolidó como su punto de acceso al Amazonas tras una guerra con Perú entre 1932 y 1933, iniciada por una ocupación de la ciudad por el país vecino. Con 55.000 habitantes y un aeropuerto que la conecta con Bogotá, es la única urbe significativa del lado colombiano: Puerto Nariño, a unas tres horas en lancha, tiene apenas 8.000 pobladores. El muelle de Leticia recibe todos los días a comerciantes que traen sus cultivos y pescados de las comunidades indígenas de la zona. Al desbordarse, en invierno, el Amazonas llena los lagos aledaños de peces de todos los tipos y enriquece los suelos en los que los pobladores siembran cultivos de yuca y plátano.
El biólogo Santiago Duque, vecino de Leticia y uno de los investigadores de los estudios de la Universidad Nacional, cuenta que él y sus compañeros le advierten al Estado hace años sobre la sedimentación del lado colombiano. Encontraron que el problema surge en el estrecho de Nazareth, unos kilómetros río arriba. Allí, explica Duque, la velocidad del agua se acentúa en el lado peruano y disminuye en la parte colombiana. Esto hace que el río, tras hacerse más ancho, deje sedimentos en las inmediaciones de Leticia: aparecen barras de arena, playas, plantas, semillas y finalmente islas. Es una dinámica que va más allá de Santa Rosa e incluye a casi una decena de formaciones nuevas.
Las causas detrás de los cambios de las velocidades en Nazareth son desconocidas. “Sabemos qué está pasando, pero no sabemos por qué”, reconoce Duque en una llamada telefónica. Señala que es “un fenómeno local, no global”. Las dinámicas se limitan al tramo de unos 25 kilómetros que hay hasta el otro estrecho, el de Tabatinga, aguas abajo y en la parte brasileña de la triple frontera. Cambian en otras partes del río: en Puerto Nariño, por ejemplo, sucede lo opuesto, con una erosión constante sobre la costa colombiana.
Duque señala que son fenómenos naturales y que no hay evidencia de que estén causados significativamente por los seres humanos ni por el cambio climático. Sin embargo, la naturaleza no va a revertir la tendencia en Leticia, en especial ahora que hay varias islas consolidadas en el Amazonas. “En otros tramos, el río tiene posibilidad de moverlas, pero estas ya no las puede desplazar. No tiene la fuerza”, explica el biólogo.
En el medio del conflicto también está la línea por la que transcurre la parte más profunda del río. Conocida como thalweg o vaguada, es importante porque los tratados la establecieron como el límite entre Colombia y Perú. Diego Restrepo, ingeniero civil y experto en ciencias del agua, comenta por teléfono que se ha movido en las últimas décadas hacia la costa peruana: solía estar entre Santa Rosa y Leticia, mientras que ahora está del otro lado de la isla en disputa. Para Colombia, esto significa que la frontera se movió a su favor.
“Los ríos son dinámicos, se mueven mucho. El thalweg se traslada dependiendo de tres factores interrelacionados: el caudal, los sedimentos y la pendiente”, apunta Restrepo. Los problemas de delimitación limítrofe, explica, son habituales en los ríos que sirven como frontera.
Posibles soluciones
En 2006, los investigadores de la Universidad Nacional elaboraron un estudio con el Instituto Nacional de Vías (Invías) y concluyeron que la mejor solución era hacer un dragado en el estrecho Nazareth. El profesor Duque explica que esto permitiría que el río fluya más rápido del lado colombiano, deposite menos sedimentos y evite que las islas sigan creciendo. “No se va a corregir para que quede una proporción de 50/50, pero sí va a mejorar un poco para que sea similar a como era en 1993, del 70% para Perú y el 30% para nosotros”, señala. El proyecto nunca se llevó a cabo y ahora, comenta Duque, habría que actualizarlo. “Tenemos escenarios nuevos [más islas] y sería más costoso, pero aún es técnicamente plausible hacerlo”, asegura. Un acuerdo con Perú, en todo caso, es indispensable para hacer el dragado.
Restrepo es menos optimista. “Todo lo que puede hacer la ingeniería para un río tan grande es a corto plazo. El Amazonas mueve muchos sedimentos y las dinámicas cambian muy rápido”, dice. Un dragado no impediría que los sedimentos vuelvan y se acumulen. “Es botar la plata”, enfatiza. Construir estructuras que controlen el curso del agua, en tanto, puede generar inestabilidades en otros puntos del río e implicaría intervenciones titánicas.
El ingeniero considera que el acceso de Leticia al río ya está perdido, y que lo mejor es buscar alternativas diplomáticas con Perú. “El puerto se va a cerrar y va a tocar trasladarlo hacia Santa Rosa. Quizá se puede llegar a un acuerdo para que sea un territorio binacional”, ejemplifica, aunque matiza que es necesario hacer modelaciones antes porque la isla es “muy dinámica” y puede cambiar de forma en los próximos años. Cree que ahora la utilidad principal de los estudios científicos es informar las negociaciones: predecir los problemas que el río tendrá en los 116 kilómetros de frontera compartida y dar más margen para concesiones mutuas. “El tema es más diplomático, pero debe ir de la mano de la ciencia. La ingeniería de ríos es clave”, subraya.
El presidente Petro no apuesta por la ingeniería. Para él, la posible pérdida del puerto de Leticia se debe a la decisión que tomó Perú hace unas semanas de constituir a Santa Rosa como un distrito. “Esa acción unilateral puede hacer desaparecer a Leticia como puerto amazónico”, denunció el martes en X. “Ese es el gran problema, nosotros no queremos separarnos del principal río de la Amazonía, el más grande de América, que tiene vida en sí mismo, conecta con el Atlántico y recorre territorio peruano, colombiano, ecuatoriano y brasileño. Sería una pérdida estratégica para Colombia”, añadió el jueves en conversación con este periódico.
El mandatario colombiano propone negociar la soberanía de Santa Rosa, que en su interpretación nunca ha sido adjudicada a ninguno de los dos países, pero las posibilidades parecen lejanas. El Gobierno y el Congreso de Perú han mostrado una inusual sintonía en repudiar sus declaraciones. “No hay nada pendiente que tratar con los hermanos colombianos, de ninguna manera”, declaró el viernes la presidenta de Perú, Dina Boluarte.