Mercedes Rodrigué hizo casi todo lo que se puede hacer con un libro: estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, trabajó en Editorial Sudamericana, en Círculo de Lectores y, actualmente, es editora en La Brujita de Papel; y escribió varios títulos para chicos entre los que se cuentan Picarona, Un ratón comilón, Un sapo enamorado, y La mensajera de los dioses, entre otros. Cuenta que llegó a la lectura empujada por una enfermedad: “Esos libracos negros y gordos me fueron curando el aburrimiento a la par que me fueron convirtiendo en una devoradora de libros”, le dice a Clarín.
Madre de cinco hijos y de siete libros, atesora esta imagen: “De la infancia recuerdo a papá sentado en su sillón naranja, ese que usaba para leer, intentando que yo aprendiera las primeras letras con los titulares del diario (método que resultó bastante infructuoso)”. De todos modos, aprendió pronto y desde entonces disfruta de la magia de las palabras.
Si fuera una nena, dice, le gustaría mucho el libro Miedo, de Graciela Cabal. Y a pedido de Clarín, revisa el rol de los libros en su vida y recomienda dos imperdibles.
–Si fueras peque ahora, ¿qué libro no te perderías por nada del mundo?
–Si fuera pequeña creo que me gustaría mucho el libro Miedo, de Graciela Cabal; y como soy una romántica (solía leer Primor, ¡por qué no confesarlo!), ya un poco más grandecita seguro me engancharía con Caro dice, de María Inés Falconi.
–¿Qué recordás de tus lecturas de infancia?
–De la infancia recuerdo a papá sentado en su sillón naranja, ese que usaba para leer, intentando que yo aprendiera las primeras letras con los titulares del diario (método que resultó bastante infructuoso). La maestra lo resolvió mucho mejor. De todas formas, los libros en la biblioteca, en las mesitas de luz o rondando por la casa estaban siempre a mano, como una herencia, como un mandato o como una invitación. Pero la primera lectura que recuerdo por cuenta propia fue de una colección de libros llamada El tesoro de la Juventud, en particular el apartado de El libro de las Narraciones Interesantes. Yo estaba enferma, en cama, y esos libracos negros y gordos, llenos de grabados y secciones, me fueron curando el aburrimiento a la par que me fueron convirtiendo en una devoradora de libros. Después llegaron los de la colección Robin Hood, Billiken, Los cinco de Enid Blyton, y varias incursiones en editorial Minotauro con El mago de Terramar; Fahrenheit 451, La mano izquierda de la oscuridad. En la escuela, mi primer recuerdo es el de mi maestra de jardín leyendo Dailan Kifki, de María Elena Walsh, en la versión de Sudamericana con ilustraciones de Vilar. Moría por saber qué ocurría con el bombero y el elefante, y todo ese disparate me tenía embobada, queriendo volver como en una novela por entregas para que me leyeran el próximo capítulo.
–¿Cómo elige la editorial los libros que va a publicar?
–Los libros en la Brujita de Papel se eligen con un comité de “cinco brujas”, mi madre Gloria, mis tres hermanas Isabel, Dolores, Teresa y yo. El texto nos tiene que gustar a todas, y si esto no sucede, se puede hacer una defensa eficaz del mismo y convencer; pero si esto no se logra, el texto se descarta. Pasado este paso, se busca ilustrador y se define colección. Mi hermana Isabel hace el plantado y el diseño. Se trabaja en equipo y con consenso. Se escucha, se discute, se edita. Casi todo sufre transformaciones, como quien va puliendo una piedra para que luego brille. El proceso lleva como mínimo tres meses entre que se boceta, se colorea, se corrige. Luego también está la elección de imprenta, del material (si es papel ilustración, cartón, tapa dura o rústica), y finalmente una vez impreso, se piensa en su distribución en librerías y su visibilidad en prensa y redes.
–¿Qué título del catálogo de la editorial tiene una historia especial?
–De nuestro catálogo conocemos y queremos mucho a todos nuestros libros, todos tienen algo que justifica su elección. Si tengo que recordar alguna historia en especial, te diría que son aquellas en las que cometimos errores: por ejemplo, en uno que se llamaba Colash, de Liza Porcelli Piussi y Cos, nos salteamos un párrafo y tuvimos que diseñar una calcomanía con forma de guitarra para que pareciera parte del dibujo y poder incorporarla sin que se notara. Se trasladó el libro a casa de mi madre y pusimos a toda la familia a pegar uno por uno. Otro que recuerdo mucho y sucedió el año pasado es que nos dimos cuenta con el libro impreso y listo para salir a librerías de que habíamos hecho Hipo no duerme, de Pablo Bernasconi, sin su nombre en la tapa. ¡Un horror! Cuando te das cuenta de estas cosas, simplemente se te para el corazón. En esa ocasión hablando con Pablo tomamos la decisión de distribuirlo igual en librerías y pensar que su identidad como artista era tan fuerte, que sus ilustraciones hablarían por sí solas. Tuvimos razón. La segunda reimpresión fue con su nombre en tapa, pero sospecho que esas de la primera edición algún día serán muy buscadas. Como sea, en nuestro catálogo, cada libro tiene su historia. Pero lo principal a la hora de elegirlo está basado en ese sueño de generar una experiencia lectora tan inolvidable que hayamos ganado un lector para las generaciones futuras.