Guerra Ucrania : Alaska, escenario ideal para la ambición rusa de recuperar una relación privilegiada con EE UU | Internacional

Guerra Ucrania : Alaska, escenario ideal para la ambición rusa de recuperar una relación privilegiada con EE UU | Internacional

Alaska no es Crimea, y en el imaginario colectivo ruso, aquella región en el estrecho de Bering está asociada a duras expediciones lejanas en el tiempo, no a placenteras vivencias infantiles de ciudadanos rusos que antes fueron soviéticos, como ocurre en la península ucrania del mar Negro anexionada por Rusia en contra de la legalidad internacional.

La península de Alaska es donde los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y Estados Unidos, Donald Trump, se verán el próximo viernes, en una cumbre que puede ser crucial para el futuro de Ucrania. La elección de este lugar, que nunca había pisado un presidente ruso, no es casual.

En el espectro del nacionalismo ruso, tanto el filósofo Alexandr Duguin, el teórico de la idea de Eurasia, como el empresario ortodoxo Konstantin Maloféev han reaccionado positivamente a la elección de Alaska.

“Claro está que no había que haber vendido Alaska”, dice en su canal de Telegram Alexandr Duguin, que aconseja al presidente ruso “no dar nada y tomar todo” en Alaska y seguir castigando a Kiev duramente. “Si no castigamos a Kiev y a Occidente por todo lo que nos han hecho, nadie nos tomará en serio”, justifica.

Por su parte, Maloféev, el financiero que promovió la anexión de Crimea y que posibilitó después la llegada de los combatientes rusos a Donetsk en 2014, califica la decisión como “exótica a primera vista, pero la más correcta”, y argumenta que se evita así “regalar a cualquiera” los laureles de mediador entre Rusia y EE UU”. “A [el presidente ucranio, Volodímir] Zelenski le será cómodo llegar en el caso de que los adultos lo llamen para que les lea versos en la sobremesa”, afirma el magnate con mordacidad.

En su libro Imperio, Maloféev escribía que la venta de Alaska fue provocada por la crisis financiera y también porque el imperio ruso quería asegurarse un vecino pacífico y alejar a Inglaterra de aquellas regiones. Pero, “el dominio de Alaska fortaleció sustancialmente a Washington y avivó los apetitos coloniales americanos”, señalaba.

En la página del canal de televisión Tsargrad, de la que Maloféiev es fundador, podía leerse que la elección de Alaska como escenario del encuentro entre Putin y Trump “no es casual”. “Es el lugar, donde por primera vez vendieron la bandera rusa y transgredieron el testamento del emperador Nicolás I. La bandera rusa no debe ser arriada allí donde ha sido alzada alguna vez”, señalaba el comentario.

Vendida en 1867 por el zar Alejandro II a EE UU por 7,2 millones de rublos de oro, Alaska formó parte de la “Rusia americana”, como se designa al conjunto de colonias costeras conquistadas por exploradores y viajeros rusos, incluidos puntos de California como Fort Ross.

Entre Alaska y Chukotka, la península rusa al oeste del estrecho de Bering, hay 86 kilómetros en línea recta y por ahí pasa hoy la única frontera entre EE UU y Rusia, habiendo quedado del lado norteamericano la mayoría de las Aleutianas, una larga cadena de cerca de 150 islas.

Tras la expansión por el este de Siberia, el imperio ruso comenzó a colonizar Alaska en el siglo XVIII, especialmente en tiempos de Yekaterina II. Y, en 1799, siendo ya emperador Pablo I, se creó la Compañía de la América Rusa, una entidad estatal bajo el patrocinio del zar, cuyo fin era explotar la caza, la pesca y los recursos de Alaska. Sin embargo, la región no resultaba rentable, en parte por la sobreexplotación y el robo de lo producido. Ya en 1853 (al tiempo que empezaba la guerra de Crimea en el mar Negro), la administración imperial se planteó la posibilidad de vender aquel territorio. La transacción se realizó en 1867. El oro y el petróleo vendrían después.

Hasta hoy, los propagandistas rusos establecidos no han aventado eventuales reivindicaciones territoriales sobre Alaska, aunque en sectores ultranacionalistas no faltan lamentos por haberla perdido.

La anexión de Crimea en 2014 demostró que la Rusia de Putin no se distingue precisamente por respetar sus acuerdos internacionales y bilaterales (en los que reconocía reiteradamente la integridad territorial ucrania). Sin embargo, si para Putin y sus allegados Ucrania “no es un Estado”, EE UU es, en cambio, el socio deseado, envidiado y odiado al mismo tiempo, con quien querrían restablecer una relación privilegiada que, en cierto modo, evocaría la que tenían las dos superpotencias de la Guerra Fría.

Pero, el mundo hoy no es bipolar y el binomio Rusia-EE UU está incompleto sin China, sobre todo si se escenifica al norte del Pacífico y en el inicio oriental de la ruta por el Círculo Polar Ártico.

Alaska fue protagonista de una canción muy popular compuesta en 1990 en la URSS. La cantaba el grupo Liube y decía así: “No te hagas la tonta, América. No te hagas la tonta, América, (…), devuélvenos nuestra pequeña tierra de Alaska, devuélvenos nuestra querida tierra”. “Siberia y Alaska, las dos tierras son lo mismo, sauna, vodka, acordeón y salmón”, cantaba el solista Nikolai Rastorguev, que con el tiempo se convirtió en un seguidor de Putin, hizo propaganda electoral por el presidente y apoyó la anexión de Crimea, por lo que está sancionado en Occidente.