Evangelina Bomparola en campaña para valorar Buenos Aires y el buen vestir

Evangelina Bomparola en campaña para valorar Buenos Aires y el buen vestir


Así como el film La Dolce Vita se volvió una oda a Roma y el más reciente Parthenope hizo lo propio con Nápoles, no resulta para nada casual que tanto Federico Fellini como Paolo Sorrentino, sean dos de los cineastas predilectos de Evangelina Bomparola.

La directora creativa de la marca de moda homónima, esta vez, y a instancias de la presentación de la nueva colección, renueva su asombro por Buenos Aires con la campaña “Alta Cultura”.

El registro audiovisual que pensó y produjo ella misma, cuenta con la característica voz de Graciela Borges -otro ícono de la gran pantalla- para desandar la ciudad que resuena en la dialéctica del palacete y el yotivenco.

Así es que, la calle Arroyo dialoga imaginariamente con la avenida de Mayo, y un carrito de la costanera, con el edificio Kavanagh y el café notable “Los 36 Billares”, entre otros sitios porteños por antonomasia.

Sin dudas, mediante esa narrativa, insiste en elevar la vara del buen vestir con prendas de resolución perfecta y sin estar sujetas a las urgencias de las tendencias de temporada.

Nacida en La Paternal, explica Bomparola que la ecuación ancestral le da como resultado un veinticinco por ciento asturiano y todo el resto, italiano. “Amo mis raíces, de donde vengo”, asevera. “Y amo en lo que me convertí, gracias a toda esa información”, añade, mientras conversa con VIVA en su boutique de la avenida Alvear, a 23 años de haber fundado la firma.

Alta costura se caracteriza por sacos forrados en seda y vestidos versátiles. Fotos: Victoria Gesualdi

-¿Cómo surgió la campaña?

Por la necesidad de revalorizar lo que veo que se está destrozando. Es como tocarle el hombro a la gente y decirle: “Miremos qué nos está pasando”. Por qué estamos pensando en mudarnos a un edificio con zoom, pileta y amenities, cuando en el microcentro hay palacios tapiados, toda una zona abandonada, vacía, saqueada en muchos aspectos

Es como tocarle el hombro a la gente y decirle: “miremos, qué nos está pasando”. Por qué estamos pensando en mudarnos a un edificio con zoom, pileta y amenities, cuando en el microcentro hay palacios tapiados, toda una zona abandonada, vacía, saqueada en muchos aspectos

-Y al momento de elegir los lugares para filmar, ¿qué tuviste en cuenta?

Había dos cosas: primero la parrilla de José Luis, un carrito amarillo en la Costanera, que tuvo que ver con mi abuelo y sus asados. Además de la vista al río, los foquitos, el Aeropuerto ahí atrás. Era el paseo dominguero de invierno.

Mis padres tuvieron barco toda la vida, entonces el Río de la Plata fue una parte importante de mi infancia y mi adolescencia. Me mató cuando hicieron la reforma y sacaron las barandas legendarias. ¿A quién se le ocurrió poner hormigón con un caño de acero arriba? Es mi denuncia, es político lo que estoy haciendo..

-¿Lo decís desde la idea de la participación ciudadana?

Soy apartidaria. Me interesa la política como idea de cambiar la vida de la gente y por cómo puedo participar en el acto más sublime de ir a votar. Más allá de eso, no me manifiesto.

-Pero este trabajo parece un manifiesto, como respuesta a la idea de que “lo de afuera es mejor”

Es recuperar el origen simbólico de quienes somos. Nunca vas a ver un italiano mal vestido. Y nosotros venimos de ahí, lo mismo pasa con un español. De repente me empezó a resonar lo de “vestirse demasiado, es demasiado”.

Puede ser pretencioso, pero al querer pasar desapercibido, te estás perdiendo la oportunidad de mostrarle al mundo quién sos, como si te estuvieras disfrazando de algo para mimetizarte. Hay una cuestión por vestirse mal, como si fuera un paspartú, como algo anónimo caminando por la calle.

Eso pasa en Argentina hoy: todos van al casamiento de negro, el vestido lencero o el jean manchado. Primero está el uniforme y segundo creer que estar arreglado es ostentar, ¿quién bajó esa línea?

-¿Cuándo notás que comenzó a pasar eso?

Siempre fui una consumidora responsable. ¿Por qué? Porque me parece que el exceso no da y me encontré en un mundo donde convenía tener tres remeras blancas a una sola buena. La proliferación de esa cultura me parece siniestra. A mis clientas les digo que armen un fondo de placard racional. Empecé haciendo sacos porque, como buen tana, para mí la sastrería era todo, estaban forrados en seda natural.

Bomparola propone una moda sin urgencias, pensada para mujeres independientes. Fotos: Victoria GesualdiBomparola propone una moda sin urgencias, pensada para mujeres independientes. Fotos: Victoria Gesualdi

-¿Ese fue el primer producto que sacaste?

Ese, y un vestido recto que se podía usar de tres o cuatro formas distintas y accesorizar. Siempre me gustó eso. Cuando una mujer atraviesa un día muy diverso tiene que ir cambiando cosas.

-Eso es parte de tu adn, pero también ¿puede tener que ver con que los diseñadores de acá desarrollan un multitasking?

Si, un amigo mío que trabaja con Giambattista Valli me dice que no puede creer que yo esté atrás de un ojal militar. Y si le faltan cuatro piedras al bordado me lo llevo y lo bordo en mi casa, mientras escucho un podcast. No sé hacerlo de otra manera. No me pasó de necesitar una estructura enorme para hacer moda. Soy re racional, esa es mi parte con los pies en la tierra. No coloco productos, vendo piezas únicas. Hago a medida, semi medida, novias y vestidos largos.

-¿El fuerte es el prêt-à-porter?

Amo el prêt-à-porter. El fuerte es un poco todo porque, aunque vengan a hacerse un vestido a medida, siempre caen en eso. Creo que la magia está en el detalle y saber contarlo. Me pasa que tengo mucho humor y todos esos detalles tienen algún chiste. Los nombres de cada una las piezas, por ejemplo.

-¿En esta colección cuáles son esos chistes?

Ponerle al saco Wes y al pantalón Anderson. Hay una parte de la película Gilda que dice “¿Cómo te atreviste Jhonny?”. Entonces la camisa se llama “Cómo te atreviste” y el pantalón que va con eso es “Jhonny”. Lo hago para reírnos.

-Hablando de ficción, ¿te gustó El Eternauta?

Sí, me gustó mucho la producción y algunas actuaciones.

“Lo viejo funciona, Juan”, la frase de la serie, también se puede relacionar con tu campaña porque se sigue jugando al billar y yendo a los mismos lugares a tomar café

Si, es fabuloso. En la baulera de mi casa tengo guardado mi primer televisor Noblex que era una marca argentina. Y la cantidad de cosas que lamento no tener, como los sillones Barcelona de mi abuela, que después me los compré. Todo el mobiliario era increíble. Hasta las casas de muebles, que en La Paternal había muchas, tenían el buen criterio de copiar cosas sublimes.

Con sello personal, la diseñadora defiende una estética coherente y rechaza la lógica del descarte y la imposición de tendencias. Fotos: Victoria GesualdiCon sello personal, la diseñadora defiende una estética coherente y rechaza la lógica del descarte y la imposición de tendencias. Fotos: Victoria Gesualdi

-La campaña que hiciste se llama “Alta Cultura”. ¿Tiene que ver con la idea de una élite o de elevar la cultura?

Es un juego, la mezcla del “alto guiso” y la alta costura. Es la síntesis de esas dos expresiones. Y también tiene que ver con la vara que no se baja nunca. No sé hacer las cosas mal. Nosotros tenemos un manifiesto de marca que está en proceso de edición para cuando cumplamos los 25 años.

Surge a raíz de toda esa cosa de “ay, te parece que me voy a poner eso para salir a la calle, es mucho”. Yo digo “dejate de jorobar y decile al mundo quién sos”.

-¿Eso le decís a tus clientas?

Sí, la mayoría de mis clientas, el 99 por ciento, son mujeres independientes que tienen su propio dinero y lo administran ellas, no le tienen que pedir nada prestado al marido. Toman sus decisiones sobre cómo quieren vivir. El abanico es de 35 años hasta 80 y pico. Muy mundanas, mucho viaje encima, y con una vida social bastante exigente.

-Hay dos temas de los que se habla hoy, uno es el de la sustentabilidad y el otro el de la no distinción de género. ¿Los pensás?

No pienso el mundo en género y me molesta la bajada. El arte no puede tener agenda, es espontáneo. Por eso me puse a escribir el manifiesto por los 25 años. A mí me molesta cuando se dice que tiene que haber esto o lo otro.

-Claro, como “deber ser”, una cosa es que salga naturalmente y otra que sea una imposición de marketing

Me gusta que un museo le abra la puerta a esa manifestación, pero no que se tenga que cumplir porque sí.

Crítica del exceso, defensora de la autenticidad: Bomparola alienta a “mostrar quiénes somos”. Fotos: Victoria Gesualdi
Crítica del exceso, defensora de la autenticidad: Bomparola alienta a “mostrar quiénes somos”. Fotos: Victoria Gesualdi

-En la pandemia estaba la versión de lo confortable y la otra, la de querer mostrar que estamos vivos…

Acá hay una horrenda culpa a mostrar quiénes somos, cada uno en su lugar, como si hubiésemos hecho algo para que la situación del país fuera como es. Hay una enorme vergüenza. Lo llamativo acá no existe, no hay moda en la calle. No es de snob, ni de negar el contexto. Para mi verme bien, es sentirse bien.

-Ese es el lujo que no tiene que ver con la ostentación

Toda ostentación y toda pretensión es mala. Pero creo que nadie quiere ser menos de lo que es, ni verse mal. Hay una bajada del descuido.

No critico el pantalón roto porque es canchero, y cada uno que se ponga lo que quiera, pero ¿pagar una zapatilla hecha pelota a mil quinientos dólares? Es arruinar al medioambiente con un costo gigante, además de la cantidad que se produce y se desecha.

Es terrible. Está todo mal. A cada ética le corresponde una estética y a cada estética, una ética. Se retroalimentan. Busquemos nuestra estética y reformulemos nuestra