Lewis Carroll escribió Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas allá por 1865. En esa historia, Alicia persigue a un conejo blanco hasta su madriguera, y termina cayendo por un pozo que parece no tener fin. Pero lo tiene, y cuando Alicia llega al fondo empieza su aventura en un mundo extraño donde la lógica se trastoca. En ese nuevo mundo, hay seres extraños e inquietantes, pero también hay magia.
En la Capital Federal, tanto un café como un restaurante se inspiraron en la novela de Carroll para empezar su recorrido en el largo viaje hacia el mundo del emprendimiento. Si la aventura de Alicia dura poco, el lapso de una siesta, la de Alice’s Tea House (Carlos Calvo 372) y Sigue al conejo blanco (Godoy Cruz 1554) ya lleva 12 años cosechando historias en el país de las maravillas, que también puede quedar aquí.
Seguir al conejo
“Es como entrar en el agujero del conejo”, le dijo su hija, y Loli se quedó pensando. Era 2013, y buscaban un local por Palermo para poner el restorán con el que ella siempre había soñado. La calle Godoy Cruz estaba dejando de ser la histórica “zona roja” de la ciudad, y aunque no había muchos locales todavía, Loli sintió como una señal lo que su hija acababa de decir.
Siempre fue fanática de las ilustraciones del francés Benjamin Lacombe, sobre todo de uno de sus libros, Cuentos silenciosos; a veces se lo leía su hija antes de dormir. En este libro, Lacombe reconstruyó la historia de sus cuentos infantiles favoritos -entre ellos, el de Carroll- usando la técnica pop-up (el sistema de ilustraciones troqueladas que se elevan al abrir el libro). “¿Y si siguen al conejo blanco?”, agregó el papá de Fran ese día, “¿No es eso lo que estamos haciendo?”. “Sigue al conejo blanco”, ése iba a ser el nombre del bar, y el mundo en el que se inspirarían sería el de la historia de Carroll.
Fue así que se pusieron el emprendimiento al hombro, y le hicieron una propuesta al público: quien tuviera algún cuadro o algún objeto alusivo a Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, podía traerlo para ir construyendo, entre todos y de a poco, el espacio. “A los 6 meses quebramos”, cuenta Loli. Pero la historia no terminó ahí.
Lewis Carroll era filósofo y matemático, y escribió su libro durante la Época Victoriana en Inglaterra (1837-1901), caracterizada por sus estrictas reglas morales. Algo que se dice sobre la historia de Alicia es que utiliza la figura de la “paradoja” (cuando las cosas, aparentemente, van en contra de la lógica, según nos ayuda la RAE). La primera de estas “paradojas” con la que se enfrenta Alicia sucede cuando llega al suelo después de esa primera caída eterna, y ve una botella con la instrucción: “Bébeme”. Apenas la termina, la niña se reduce hasta medir lo suficiente para atravesar una pequeña puerta y llegar al jardín del otro lado. Pero para abrir esa puerta, hace falta una llave, y esa llave está sobre una mesa que, desde su nueva altura, parece el mueble de un gigante. Después de tanto buscar, de haber trabajado todos esos meses, Loli debe haber sentido algo similar: si realmente había una salida a la quiebra, debería estar en algún lugar inalcanzable.
En ese mismo episodio, Alicia finalmente crece al ingerir un pastel con la instrucción “Cómeme”. Lo que hizo crecer a Loli y a Sigue al conejo blanco fue el préstamo que le ofreció su madre. Le dio la plata y le dijo que siguieran un mes más. Entonces, y contra todo pronóstico, sucedió la magia.
Tras el Sombrerero Loco
En Argentina, la gente a veces también cae por las puertas de los bares y cafés hacia otro mundo, de conversación a veces frívola, pero siempre vigorosa. Así está la tarde en Alice’s Tea House, y así está Esteban, uno de sus dueños, preocupado por atender bien a la clientela a pesar de las pocas manos que tiene hoy.

Esteban trabajaba en una multinacional y en noviembre de 2013, se quedó sin trabajo. Su esposa Alicia trabajaba de analista en sistemas. Venían haciendo pastelería en su casa (cupcakes, muffins, algunas tortas a pedido) para complementar sus ingresos. “Nunca pensamos que iba a ser algo permanente”, recuerda Esteban, “Para nada”.
Así y todo, hace casi 12 años que Alice’s Tea House existe en San Telmo, al 372 de Carlos Calvo, cerca de la Feria y el Mercado, y dentro de una casa de 1894. Desde diciembre del 2024, tiene su segunda sucursal en el barrio (en Perú al 1112). Nunca hicieron publicidad: siempre les funcionó más con el boca en boca. Hasta tienen clientes de Uruguay, y de Brasil, que vienen porque alguien se lo recomendó.
“Para mí particularmente nunca fue un lugar temático”, dice Esteban. Como muchos le decían Alice a su esposa, le sugirió que lo llamaran Alice Tea House. ¿Nada que ver con Carroll y su niña? Ojo, Alicia sí reconoce la influencia del libro. En especial de la escena en que el personaje de la novela infantil llega para tomar el té con el Sombrerero Loco y la Liebre de Marzo. También reconoce la influencia de ilustraciones y de imágenes de la película Alice in Wonderland, en los que se basó para definir el estilo de muebles y sillas, todas de distintas épocas y tamaños.
Algo parecido sucede con las tazas y las teteras, aunque esto tiene además otra explicación: a Alicia le gusta coleccionarlas. Incluso mucho antes de que existiera el proyecto, Esteban cuenta que se les habían acumulado “un par” de tazas, “un par bastantes”, agrega con humor. Muchas fueron usadas en el primer local. Ahora, muchas están en exposición en el nuevo que puso en la calle Perú. Se las ve muy cerca de la puerta de entrada, en un vajillero de madera. Así, también hacen honor al espíritu anticuario y coleccionista del barrio.

Pizza con forma de corazón
En Sigue al conejo blanco, es otra la propuesta. Las paredes las decoran: las ilustraciones góticas de Benjamin Lacombe, las fotos que le mandan clientes cuando andan por el mundo y se encuentran con algo que los hace recordar el bar de Loli. Hay tapas de una edición rusa y una china de Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, algunos marcos donados por nietos que venían con sus abuelas, el regalo de un arquitecto que dijo: “Esto es para El Conejo” y se los mandó.
Como pasa en Alice’s Tea House, algunos clientes siguen viniendo, año tras año. Loli cuenta que hubo primeras citas en este bar, también separaciones, niños que venían en la panza de sus madres y ahora vienen con ellas, hubo propuestas de matrimonio (así surgió la “pizza en forma de corazón”). “Tenemos un 90 por ciento de mujeres que arrastran a sus maridos y amigos”, dice. “Es así. Tenemos mucha comunidad LGTBQ+, muchísima.”
Tenemos un 90 por ciento de clientas mujeres que arrastran a maridos y amigos. Tenemos mucha comunidad LGTBQ+
Loli, de Sigue al conejo blancoCocinera
En Sigue al conejo blanco, Loli es la artífice de muchas cosas, pero sobre todo de las premiadas pizzas (con masa “estilo focaccia”, nominadas “Mejor pizza” por Guía Oleo en 2017) que se sirven como menú fijo. También hay papas y puede haber algún plato elaborado (solo a pedido de algún cliente especial). “¿Hay hamburguesas? Sí, ¿te hago sándwich chipá? Sí, pero es para aquellos clientes que ya hace 11, 12 años vienen comiendo pizza.” Sea lo que sea, Loli si quiere, se los prepara. La única condición, reflejo del espíritu del proyecto: que los platos se compartan.
En Alice’s Tea House, Alicia es también la figura femenina que aporta las ideas en la cocina (aunque también en el menú y la decoración del espacio). El marquise de chocolate es “la estrella” del lugar. Tiene dulce de leche, crema y frutos rojos (la receta tradicional es con merengue y crema). En 2023, Alicia se recibió en el Instituto Argentino de Gastronomía. Además, ella y el hermano de Esteban (Sebastián) se recibieron de pasteleros en el Instituto del Gato Dumas.
El marquise de chocolate es “la estrella” de Alice’s Tea House: tiene dulce de leche, crema y frutos rojos
Tres en vez de dos
Hace poco, un tercer lugar en Capital Federal, llamado Alicia y el Gato, abrió sus puertas en la zona de Belgrano y se sumó a la tradición que vienen manteniendo Alice’s Tea House y Sigue al conejo blanco.
Entrar a Alicia y el Gato se siente como entrar en alguna de las películas que adaptaron la novela (y de hecho hay una mujer disfrazada de Alicia).

Mientras este nuevo espacio y Alice’s Tea House se ocupan de la clientela diurna de la Capital Federal, el bar de Loli funciona solo viernes y sábados a partir de las 20:30 horas. Abre de noche, el momento propicio para escuchar a los músicos que vienen a tocar en vivo, ver un show de magia y que una tarotista se acerque a la mesa y te lea las cartas.
Sigue al conejo blanco funciona solo viernes y sábados a partir de las 20:30 horas: es más nocturno y exclusivo que los otros.
“¿Hay algo que quieras dejar atrás?”, me pregunta la mujer que me acerca a la mesa la bebida que pedí. En una mano tiene el vaso y en la otra, una rama de romero. Me pide que piense en algo que quisiera dejar atrás. Lo hago. Ella quema la rama: las cenizas de romero van hundiéndose en el vaso. Pienso en la magia, en la posibilidad de que en este lugar, la lógica se trastoque para bien como imaginó Lewis Carroll hace 160 años.
La mujer me devuelve el vaso, me dice que beba, que quizás así mis deseos serán escuchados.
El modelo japonés

Alice in a Labyrinth es el bar temático sobre la niña de Carroll que más se recomienda en las guías de viaje. Pero queda lejos, en el barrio paquete de Ginza (Tokio). Este laberinto cumple la meta de inmersión. Alice-Restaurant ya es una franquicia nipona y multiplica sus sedes en varios barrios. Como Tokio es el paraíso de los coleccionistas, existe un gran negocio en la zona tecno de Harajuku, donde cada piso ofrece productos relacionados con algún personaje del relato: Planta baja (“Reina Blanca”) vende golosinas; el primer piso (“Reina de Corazones”) se ocupa de la moda, y la planta alta “Sombrerero Loco”) es un catálogo de artículos para el hogar.