El sector del tabaco en Cuba se alista para otra temporada de huracanes | América Futura

El sector del tabaco en Cuba se alista para otra temporada de huracanes | América Futura


EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

Héctor Luis Prieto mordisquea el puro que prendió nada más comenzar el día. Lo hace desde una de las banquetas artesanales hechas de madera y cuero que adornan el porche en su finca tabacalera de San Juan y Martínez, en el sur de Cuba. Hace tres años, cuando llegó el huracán Ian, prácticamente todo lo que hoy divisan sus ojos estaba destrozado. El río que pasa frente a su plantación estaba desbordado, los tejados de zinc de las casas de secado se habían volado, las escogidas lucían empantanadas y no había ni rastro de las lagartijas y los pajaritos que hoy se pasean a sus anchas. Él fue de los pocos productores que pudo recuperar su producción. Aquí, en Pinar del Río, la meca del tabaco, la tormenta arrasó con el 90% de las infraestructuras y causó pérdidas de cerca de 4 millones de dólares.

Prieto es uno de los mayores referentes del tabaco en el mundo. Muestra con orgullo sus fotos fumando junto a 50cent, Vicente Fernández, Alejandro Sanz o Sylvester Stallone en un pequeño cuartito que tiene junto a varios trofeos, diplomas y un retrato suyo pintado con tinta de hoja de tabaco. Él representa la cuarta generación de vegueros por parte de madre y padre y actualmente produce más de 12 toneladas anuales. “Este oficio se pasa de padres a hijos porque amamos lo que hacemos. Se hereda la pasión”, dice el también Premio Hombre Habano más jóven del mundo en 2008. Cuando llega un ciclón y lo arrasa todo, cuenta, aplasta no solo el corazón económico de un país sino la tradición familiar más antigua de la isla. “Al llegar junio, a todos los pinareños nos entra miedo”, narra.

La diminuta semilla se siembra de septiembre a noviembre y se cosecha entre enero y abril. Para mediados de año, toda la producción ya está acopiada en casas de secado donde se curan ensartados en hilos transparentes durante 60 días. Pero junio no sólo es el mes en el que la hoja empieza a desprender su intenso aroma mientras se añeja, sino el del arranque de la temporada de huracanes que históricamente ha azotado sin clemencia la isla, dada su ubicación entre el Mar Caribe y el Atlántico. Lo hizo el ciclón Flora, en 1963, dejando 1.200 muertos, el huracán Ike, en 2008, con pérdidas de 7.000 millones de dólares, o Ian, en 2022, de vientos de más de 250 kilómetros por hora, que también destrozó los semilleros y ralentizó la temporada siguiente de siembra.

“En San Juan y Martínez, de las 1.765 casas de cura que había entonces, quedaron en pie 22″, recalca Michel Alejandro Valdés Rabelo, director general de la empresa estatal de acopio y beneficio de Tabaco Hermanos Saiz. “El impacto económico fue muy contundente. En toda la provincia se perdieron 4.000 toneladas y unos 500 millones de pesos [entre uno y cuatro millones de dólares, dependiendo el tipo de cambio]”, explica. Tres años después, se han recuperado 1.300 casas de cura y ya el año pasado se exportaron entre 70 y 80 millones de habanos. “Esperamos que en 2025 pasen de largo, pero estamos haciendo todo lo posible para que no afecte igual. Cada vez nos pilla mejor preparados”.

Las mejoras pasan por fortalecer o cambiar las estructuras de las casas de acopio, despalille [donde se le retira la nervadura central, que concentra la mayoría de la nicotina] y escogida. Asimismo, muchos de los tabaqueros también están invirtiendo en plantas eléctricas y placas solares propias para evitar la crisis de apagones en la que está inmersa el país y que no afecte a los sistemas de riego automáticos en caso de ciclones [este sector no suele ser afectado por los apagones diarios, pues el Estado prioriza el cultivo]. Optimizar las estructuras es lo más recomendado por los expertos, pues nadie garantiza la calidad del tabaco si se intentaran modificar los tiempos de siembra y cosecha. La experiencia de años anteriores y la mejoría en las alertas tempranas les ha curtido.

Todos en San Juan y Martínez recuerdan los estragos que han ido dejando en las últimas décadas. Este es el municipio que más tabaco produce en Cuba y donde ha trabajado toda la vida Doña Olga Liria Márquez, de 59 años, quien fue testigo de cómo las casas de escogida eran tumbadas una detrás de otra en cuestión de minutos durante Ian. “Fue una cosa horrible”, recuerda, mientras muestra las fotos de un escenario distópico en su celular. Ahora, se reunificaron varias en una nueva nave, mucho más robusta y con lonas impermeables para minimizar daños en la próxima tormenta de gran magnitud. “Ya tenemos más claro qué hacer y dónde guardarlo todo”.

Olga Liria Márquez, trabajadora de la industria del tabaco en San Juan y Martínez.

Los últimos estudios han sido claros: los próximos ciclones serán más frecuentes y más intensos. La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos ha pronosticado entre 13 y 19 tormentas tropicales entre junio y noviembre, de las cuales entre seis y diez se pueden convertir en huracanes. Aunque la organización ha asegurado que se espera una temporada menos activa que la del año pasado, lo que viene en 2025 sigue por encima del promedio normal.

Como Márquez, el sector tabacalero se alista para lo peor, cruzando los dedos para que las tormentas se acerquen lo menos posible. Héctor Luis Prieto tampoco se quedó de brazos cruzados. Ha fortalecido toda la infraestructura y ha creado lo que él llama un “búnker”, que espera no tener que usar. Es una cámara de fermentación hecha a base de hormigón que busca optimizar este proceso y servir de almacén. “Tengo miedo hasta de nombrarlo en alto, pero en caso de un ciclón, traeríamos todo hacia acá”, susurra sin desprenderse del puro.

Cuando llegó el huracán Ian, no paró de sonar el teléfono de Joandy Lazo Pérez, de 36 años. Llamó la tía, los trabajadores, la madre… “Me tuvieron que dar un diazepán (un ansiolítico), porque no podía más. Medio cuando me desperté parecía que estábamos en guerra”, recuerda. “Sólo le pedía a diosito que no se rompiera mi yunta de buey, porque con tractores no íbamos a llegar a ningún lado”. Cuando llegó a su hogar, pensaba estar presenciando un milagro: su casa estaba intacta a excepción de las ventanas. Mientras manejaba hacia la finca, sólo se veían las copas de algunos árboles y ni rastro de las casas de tabaco vecinas, menos la suya, que construyó cuatro metros más baja que las tradicionales, de ocho, para que el viento no le afectara tanto. “Nosotros teníamos otras construcciones más tradicionales antes de otros ciclones, pero después de que las derribaran, en la empresa [estatal] nos dieron instrucciones para construirlas así. Parece que funcionó”, dice.

Francisco Lazo trabaja en las estructuras para cultivar tabaco.

La única afección fue que les tiró dos túneles [una estructura similar a un invernadero] que tenían construidos de madera. Ahora tienen cuatro de hierro y mejor tecnología con sistemas de riego propio donde producen principalmente semillas. “También creamos un sistema de envase de 17.000 litros de agua para que en el momento donde no hay corriente podamos regar toda la producción”, explica.

De septiembre a marzo, su finca de 86 hectáreas está repleta de largas matas verdes de tabaco y las flores de las que recoge sus simientes y el resto del año cultivan hortalizas. Granadas, pimientos, tomates, pepinos, zanahorias, guayabas… “Así le damos un respiro a la tierra y comemos orgánico. A veces lo vendemos, pero a un precio acorde a la población”, dice don Francisco. Ahora están en fase de que el Gobierno les apruebe el permiso para tener una galería de torcido amateur que atraiga más a los turistas que se acercan a los terrenos a aprender de esos preciados puros que compran en sus países a más de 70 dólares.

Productores como Prieto, los Lazo y otros 90 tienen algo más de independencia desde las últimas dos siembras. Desde entonces, han incorporado a sus actividades otras fases de producción (como el secado y la escogida o el torcido informal) y elegir si trabajar mediante cooperativas o directamente con el Estado, lo cual elimina intermediarios y puede aumentar los ingresos. Esto también benefició a quienes laburan la tierra para el tabaco. Actualmente, los trabajadores de las fincas cobran diariamente entre 2.000 y 3.000 pesos [unos ocho dólares], de acuerdo a cifras de Tabacuba; el equivalente al salario mínimo mensual en la isla. Sin embargo, el 90% de la producción sigue estando controlado por el Estado. Para Cuba, este es el principal rubro de exportación.

Don Francisco se cuela entre las hileras de su invernadero con mucha destreza y señala los palos de mango dulce y las naranjas verdes orgulloso. “Ya no recuerdo ni cuándo fue la última vez que tuvimos que ir al supermercado”, dice. Agarra una de las flores secas del tabaco que se maduran junto a las hojas y extiende su mano izquierda. Sobre ella caen cientos de diminutas simientes del tamaño de un granito de sal. Estos en algún momento serán plantas, luego hojas añejas y finalmente puros encendidos en la mano de alguien. “A esto hay que tenerle amor”, repite con ternura. “Mi hijo se lo tiene porque me vio a mí antes”. Eso no se lo llevan los huracanes.

Joandy Lazo en una casa de curar tabaco.