En una operación relámpago, Marcos Rojo se fue de Boca por la puerta trasera y llegará a Racing por el portón principal del Cilindro. Increíblemente, mientras se definen los detalles de su contrato, lo que se convirtió en cuestión de estado pasa por descular cuál el nombre que lucirá en la camiseta. Es que el apellido no lo ayuda en nada al dos veces mundialista con la Selección Argentina en la Academia. Y menos ayuda con la fobia que asegura tener Gustavo Costas con ese color primario por culpa de su fanatismo por el club que dirige luego de haber sido ídolo como jugador y mascota como pequeño fanático en los tiempos del golazo intercontinental del Chango Cárdenas.
Lo concreto es que por estas horas, a la espera de que el ex Manchester United se sume a las filas celestes y blancas, se baraja fuerte la posibilidad de que la dorsal número seis -sin ningún dueño en el plantel- esté acompañada por Marcos. A secas. Ni Rojo ni Faustino, que es su primer nombre, ni Alberto, que es el tercero que aparece en su DNI. No habrá que esperar a la presentación oficial para resolver este misterio absurdo.
¿Por qué absurdo? Es que algunos osados -con alma de vasija de paredes dobles provista de cierre hermético, que sirve para que las sustancias introducidas en ella conserven su temperatura sin que influya en esta la del ambiente- quieren que mantenga su apellido y elija el número 23. ¿Por qué? Porque esa cifra representa a la cantidad de años que lleva Independiente sin dar vueltas olímpicas en el fútbol argentino. Además de innecesario es imposible. El 23 es propiedad de Nazareno Colombo, uno de los defensores con los que el platense competirá por un puesto.
Una cosa u otra parece una discusión chiquita. Lo que debe importar es cómo llegará Rojo a Racing y cuánto le puede aportar su indiscutible liderazgo tanto en el campo de juego como en el vestuario. De hecho, para los que se detienen en este detalle insignificante, hay un dato: Rojo compartió el sector izquierdo de la defensa de Boca con Lautaro Blanco y nadie se puso a pensar en que ambos apellidos se combinaban para formar por esa banda los colores de River…
O el mismo Costas, que hoy asegura que no toca ni usa ni consume nada de color rojo pero que años atrás, cuando era DT de Independiente Santa Fe, en Colombia, no anduvo con demasiadas vueltas a la hora de usar la indumentaria escarlata.
El caso de Rojo, además, está lejos de ser inédito. Hace un par de décadas, Mario Lobo, símbolo de Gimnasia de Jujuy, el Lobo jujeño, se puso la casaca de Altos Hornos Zapla. Nada grave…
Y más acá en el tiempo, Francesco Celeste, surgido en Boca y amigo de Leandro Paredes, fue el capitán de Los Andes. Claro, el mediocampista tenía un apellido mucho más apto para Temperley que para su clásico rival, el Milrayitas. Tal fue la polémica que un relator partidario del club de Lomas de Zamora había tomado la decisión nombrarlo como “Francesco Light Blue”.
“Cuando llegó al club pensé que no podía decirle Celeste al volante de creación de Los Andes, porque es alguien que está mucho en contacto con la pelota y sería mencionarlo a cada instante de la transmisión. Entonces le digo Light Blue o Fafi, ya que ese es su apodo. Cuando no queda otra le digo Celeste, pero trato de evitarlo. Quiero aclarar que no es algo peyorativo con la gente de Temperley”, le explicaba Luis Lugo a Clarín a la hora de justificar su decisión.