Cuando Milei tuitea también gobierna

Cuando Milei tuitea también gobierna


El caso Ian Moche podría pertenecer a otra vida del Presidente, una vida a la que prometió renunciar recientemente. La de los agravios.

Veamos. Javier Milei dijo días atrás, en un evento de la Fundación Faro, el think tank libertario: “Voy a dejar de usar insultos”. Argumentó que a partir de ahora le interesa “discutir ideas”. Nadie sabe bien a qué obedece esa decisión, si es espontánea o táctica. Aunque las crónicas mencionan que el Presidente quiere limpiar de ruido el debate público en la apertura de la campaña electoral, que él mismo inauguró el jueves pasado con una impactante foto con sus candidatos en el conurbano, frente a una barriada popular, entre montañas de basura.

Milei, entretanto, lucha contra las consecuencias inesperadas —por él— de aquel ruido. Este lunes respondió a un pedido de explicaciones del juez federal Alberto Recondo sobre un retuit surgido de su cuenta en X @JMilei en el que se apunta a Moche por “venir de una familia ultrakirchnerista” y ser usado con objetivos políticos para operar contra el Gobierno.

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Tuit de Milei contra Ian Moche

Moche tiene 12 años y es un conocido activista por los derechos de las personas con discapacidades, con más de 400 mil seguidores en las redes. El chico fue víctima de una de las conocidas campañas de difamación de los trolls oficialistas y recurrió a la Justicia para que el Presidente borre su posteo. El tuit que replicó Milei era parte de esa campaña y hacía referencia a una entrevista que le hizo a Ian el periodista Paulino Rodrigues. “Pautino (sic) siempre del lado del mal, del lado de los kukas”, dice su mensaje, del 1º de junio.

La discusión aquí se da en dos planos. El primero, evidente, es el agravio del Presidente a un chico con autismo. Aunque lo asoció al “lado del mal”, Milei argumentó ayer en el escrito enviado al juez que el destinatario de su publicación no era Ian, sino el periodista de LN+ que lo entrevistó. Lo cual también es cierto, pero no necesariamente excluye lo anterior. El segundo plano es el que más debería inquietar a Milei: cuál es el verdadero carácter de la cuenta desde la que hizo su posteo.

El 15 de julio pasado, el juez federal de La Plata hizo lugar a un pedido del fiscal Julio Gutiérrez Eguía y coincidió con él en que su juzgado es competente para intervenir en el caso Moche. En el mismo pedido el fiscal sostuvo que la cuenta @JMilei es una cuenta oficial verificada por X con tilde gris (que para la red social identifica “individuos del Gobierno nivel nacional: jefes de Estado —presidentes, monarcas y primeros ministros— y sus adjuntos y cónyuges”, entre otros). Por lo cual para el fiscal, y puede entenderse que también para el juez, la cuenta @JMilei representa a Javier Milei en su condición de jefe de Estado.

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El caso $Libra

La argumentación del fiscal impacta en una causa más sensible para el Presidente: la que investiga el presunto fraude con la criptomoneda $Libra, que Milei promocionó el 14 de febrero desde esa misma cuenta. Como se sabe, el posteo del Presidente generó una suba exponencial de su valor. Más tarde, Milei retiró el tuit y la criptomoneda se desplomó, provocando pérdidas por cientos de millones de dólares a decenas de miles de inversores. La jueza federal María Servini derivó la investigación de esa causa al fiscal Eduardo Taiano.

En paralelo, un grupo de damnificados presentó en los Estados Unidos una demanda colectiva ante la justicia civil de ese país contra los responsables de la memecoin con el objetivo de recuperar el dinero perdido. A finales del mes pasado acusaron al presidente Milei ante la jueza federal Jennifer Rochon de haber emitido desde su cuenta en X “una declaración promocional altamente engañosa” con el objetivo estratégico de dar al token $Libra “una falsa apariencia de legitimidad y afiliación gubernamental”.

A diferencia del posteo de promoción de la criptomoneda, Milei nunca borró de X el tuit que incriminaba al chico de 12 años y lo asociaba al “lado del mal”. Sin embargo, en ambos casos, si los posteos de Milei fueran considerados por la Justicia de aquí y de EE.UU. expresiones del Presidente de la Nación, en una instancia futura podrían generar un perjuicio no menor al Estado nacional.

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Algunos comportamientos de Milei me recuerdan a El presidente, una novela corta de César Aira de 2019. Allí, un presidente argentino no consigue reconocerse en su autoridad y se mezcla con el resto, en un mundo de ensoñación. Su confusión lo lleva a caminar extraviado durante las madrugadas por la ciudad, como un individuo más, un ser cualquiera. Incapaz de diferenciar entre su condición de presidente y la de simple ciudadano de los demás, el presidente vaga y evoca personajes de su infancia, fantasmas del pasado que lo atormentan. Hay desasosiego en el alma de ese hombre, una ansiedad indescifrable que construye la prosa tramposamente simple de Aira.

En el escrito enviado al juez, Milei defendió su posteó con una serie de argumentaciones que, en resumen, buscan persuadir de que la cuenta @JMilei es personal, que sus expresiones no pueden ser tomadas como las del jefe de Estado y que solo configuran una “opinión crítica” sobre el trabajo de un periodista Paulino Rodrigues. “No es un acto estatal, es una publicación protegida por el derecho constitucional a la libertad de expresión que me garantizan la Constitución nacional y los tratados internacionales con jerarquía constitucional”, reclama el Presidente.

La misma noche que prometió dejar de agraviar, Milei recordó que en el pasado era un economista que vivía de dar conferencias y escribir libros. Y que eran pocos quienes acompañaban entonces su defensa pública del liberalismo. Alguien escribió esto, que el Presidente leyó a continuación: “Nunca voy a dejar de lado mi rol como divulgador de las ideas de la libertad. Mi responsabilidad como Presidente es aún mayor, porque la palabra de un Presidente tiene efecto más grande que la de un ciudadano común”.

Como Donald Trump, eximio en el arte, cuando Milei tuitea también gobierna. El juez Recondo decidirá mañana miércoles cómo sigue esta historia que, según los especialistas, terminará en la Corte Suprema.

ML