“Aquí solo el ministro se pone corbata”: guía para vestirse correctamente en la oficina en pleno verano | ICON

“Aquí solo el ministro se pone corbata”: guía para vestirse correctamente en la oficina en pleno verano | ICON


Vestirse para ir a trabajar ya no es lo que era. Si hace quince años resultaba inconcebible pisar una oficina sin corbata, independientemente de a qué industria pertenecieras, la flexibilidad ha terminado por llevarse la tradición por delante, especialmente cuando las temperaturas amenazan con llegar a los cuarenta grados.

La comodidad siempre gana al terreno de la corrección y a prácticamente nadie le apetece llevar el hegemónico traje ejecutivo en julio y agosto. Antaño no había otra alternativa que empapar de sudor las camisas recién planchadas, pero la irrupción del business casual ha culminado un proceso centenario de informalización que ha ido eliminando, capa a capa, la rigidez que caracterizaba al traje cuando, en 1901, el monarca británico Eduardo VII ascendió al trono y lo puso de moda.

Primero fue el fin de la Primera Guerra Mundial, que convirtió la levita y el chaqué en un anacronismo de la noche a la mañana (demasiado imprácticos). Después, el muy influyente Eduardo VIII cambiaría la rigidez de los trajes de su abuelo por la fluidez de los deportivos cortes norteamericanos confeccionados en Nueva York. Y para cuando Richard Gere y Paul Schrader se fueron de compras a Armani para el vestuario de la película American Gigoló en 1980, el traje ya llevaba cerca de siglo y medio siendo el uniforme de toda oficina decente sin indicios de ser sustituido.

Pero, irónicamente, esta constante vocación por la adaptación es la que lo ha llevado a desembocar en su obsolescencia. Lo que antes se consideraba el mínimo, ahora es casi tabú. Y ante la laxitud de los códigos de vestimenta de oficina, nos enfrentamos a la compleja tarea de ponerle puertas al campo, particularmente durante las jornadas más calurosas: si las oficinas se han deshecho del traje, ¿todo vale?

Para despejar la incógnita, hemos hablado con doce profesionales de diferentes áreas, industrias y generaciones. De abogados a conservadores de museos, pasando por ministerios, consultoras y agencias creativas, para delinear la etiqueta definitiva con la que afrontar una ola de calor. Y estas son las conclusiones a las que hemos llegado.

La corbata, para los consultores

Para esta y para prácticamente cualquier otra época del año. “No sólo podemos ir sin corbata, sino que es raro llevarla”, nos explica un miembro del Ministerio de Cultura. “A mí personalmente me gustan, pero muy rara vez las llevo porque me siento extraño. Sólo el ministro suele ponérsela regularmente, pero no por jerarquía, sino porque está muy acostumbrado al ser diplomático”.

Dos empleados manejan su ordenador en una empresa estadounidense en 1982.

La corbata y el traje son, por tanto, los grandes caídos en la reconstitución de la etiqueta de la oficina moderna, especialmente en verano. De los doce perfiles que hemos entrevistado, solo dos los llevan asiduamente: los consultores. Desde Deloitte, Carlos Betés nos explica que “el dress code se resume en traje de lunes a jueves (zapatos de vestir oscuros clásicos, pantalón de traje oscuro, camisa de color claro) y el viernes es casual Friday”. “Aquí consideramos la vestimenta una parte importante de nuestro trabajo”, nos aclaran desde otra de las Big Four. “Si una tienda de motos vende motos, una consultora vende sus consultores, así que intentan que estén lo más presentables posibles”.

Incluso los despachos de abogados, otra de las profesiones por excelencia asociadas al traje, ha empezado a relajar la forma en la que se presentan a pesar de que, al igual que los consultores, su imagen forma parte de su producto. “Pasarse de frenada con la etiqueta puede suponer una barrera comunicativa con ciertos clientes”, relata Pablo Daza, asociado del despacho de abogados Uria Menéndez. “En el sector somos conscientes de ello, y hacemos un esfuerzo por adaptarnos al interlocutor, así que se nos permite ir sin corbata y chaqueta, particularmente en verano”.

Polo sí, camiseta a veces, hombros al aire nunca

El business casual se ha convertido en el estándar por defecto de la mayoría de espacios de trabajo, dejando algo de manga ancha y, en ocasiones, algo de manga corta. “El 80% de nuestra industria viste así y ya no genera una disonancia”, afirma Jorge Coll, CEO de la escuela de negocios ACE Education Spain. “Cuando empezamos hace veinte años, el dress code era mucho más serio. Ahora la chaqueta la tengo en la oficina para reuniones puntuales, pero estos días que hace tanto calor vamos a trabajar con un polo o, si viene alguien, una camisa de lino de manga larga, pero nunca iríamos en tirantes”.

¿Camisas arremangadas y empleados en camiseta? Estamos, claramente, en la redacción de una revista de estilo. Es la difunta 'Details', el que está en pie es su director Dan Peres y corría el año 2000.

Por otro lado, José Luis Díez-Garde, conservador del Museo Nacional de Artes Decorativas, nos relata cómo para ellos la libertad es más hegemónica: “En verano hay bastante flexibilidad, teniendo en cuenta siempre que no dejamos de ser un servicio público. Por eso creo que no sería aceptable la camiseta de tirantes, pero todo lo demás, sí”. Las oficinas no están listas para enseñar el hombro, pero introducido de forma correcta, el codo puede ser una alternativa más que aceptable.

El melón del pantalón corto

A pesar de que el dress code se ha relajado a grandes rasgos, en muchas oficinas el pantalón corto sigue considerándose… demasiado. José Luis Ruiperez, que lleva dedicándose más de treinta años a los seguros, lo secunda: “Ahora hay más margen para adaptar la vestimenta al clima o al tipo de jornada, pero jamás verás a nadie en pantalón corto. Incluso en verano, mantenemos un equilibrio entre comodidad y buena presencia”.

¿Por qué Jay Z puede estar en su oficina con gorra y camiseta? Porque la industria que a él le ha hecho millonario es la artística.

Del mismo modo, desde una de las principales instituciones culturales privadas del país nos explican que, para ellos, “no es habitual, ni estaría bien visto, acudir con pantalones cortos”. “Independientemente de la época del año”, continúan, “los consideramos incompatibles con la imagen institucional y profesional que esperamos proyectar”.

Pero hay esperanza: en el caso de que no tengas contacto directo con el exterior, quizá puedas hacer una excepción. Desde el departamento de comunicación de Carolina Herrera, Luis Sarasa nos explica que es precisamente eso lo que informa sus decisiones: “Siempre que hay sesiones de fotos o eventos en los que se espera que me arregle, pero si estoy en un desfile y voy a quedarme en el backstage, no hace falta que lo haga. Los vaqueros son muy normales en esas ocasiones. Y pantalones cortos sí que he visto, pero no es muy común”.

Las bicicletas son para el verano y el zapato abierto para las industrias creativas

Al igual que la corbata representa el extremo más conservador del espectro de etiqueta, el pie simboliza el opuesto: solo las industrias más artísticas se atreven a enseñarlo. Desde la agencia Vampire, Carlos Vega explica que la libertad para ellos es casi total: “Al ser una agencia creativa, se premia mucho la personalidad y la selección de tu propio estilo, así que no me sorprendería ver a alguien en chancletas si están combinadas con un pantalón largo. Alucinaría con una chancla tipo Nike, pero algo como una Birkenstock puede resultar informal y clásico a la vez”.

Igualmente, Julio Uralde, que además de coordinador académico de la escuela de diseño IED es generación Z, no ve ningún problema en utilizarlas: “Te podría decir que me resultaría más extraño ver a alguien en traje y corbata”. A él nunca se le ha coartado ningún tipo de decisión y añade que tampoco le sorprendería ver a algún compañero “con gorra, muchos accesorios o incluso microshorts”. Pero este es un privilegio reservado para unos pocos lugares de trabajo más bohemios: prueba primero con las zapatillas deportivas, después la alpargata y, en todo momento, procede con cautela. Aquí todavía se navega sin mapa.

Ejecutivos con su maletín en un edificio de negocios de Park Avenue en Nueva York, en 1981.

¿Por qué no recuperar el maletín?

“Han desaparecido”, confirman de nuevo desde el Ministerio. “Lo habitual es acudir con mochilas más o menos deportivas. También algunas compañeras optan por traer mochilas en lugar de bolsos”. Si bien las mochilas son más prácticas en la mayor parte del día a día, cubrirte la espalda con ellas en verano puede llevarte a llegar al trabajo con un desagradable cerco de sudor en la camisa. O la camisa arrugada. O ambas a la vez. Algo que no pasaba con el viejo y práctico maletín.

Así que la próxima vez que reexaminemos la etiqueta de oficina, conviene pensar en que, antes de querer correr hacia el futuro, es pertinente revisar también los porqués de los uniformes del pasado. Al final y al cabo, después de un siglo, quizá tampoco estábamos del todo equivocados.