¿el mundo digital nos volvió conservadores?

¿el mundo digital nos volvió conservadores?

Internet llegó con una promesa: ampliar la democracia, descentralizar el poder y empoderar a las personas frente a las grandes corporaciones y los Estados. Sin embargo, hoy, miles de usuarios defraudados alrededor del mundo encuentran consuelo en un provocador autor que es presentado como una suerte de profeta que aseguró que toda tecnología digital es inherentemente “de derecha” y que transforma en conservador a todo lo que toca.

Se trata de David Golumbia, un académico estadounidense que se enfrentó en las aulas y en sus escritos con las modas y promesas vacías de la tecnología mucho antes de que efectivamente mostrara su peor cara. Crítico del rol creciente que ocupaban las compañías de tecnología en nuestra vida, no temía en adoptar posiciones impopulares, aun si eso implicaba ser etiquetado como un tecnofóbico.

En su visión, detrás de la retórica de Silicon Valley y su ideal del “hacker rebelde” se esconde un ADN ideológico alineado con valores conservadores, individualistas y antiestatales que él denominó “ciberlibertarismo” diez años atrás y que hoy vuelve a concentrar interés gracias a un libro póstumo.

El ciberlibertarismo combina la fe ciega en el libre mercado con una desconfianza casi paranoica hacia el Estado.

Tomás BalmacedaFilósofo

Corrosivo y agudo, para Golumbia el ciberlibertarismo es un marco político cultural que combina la fe ciega en el libre mercado con una desconfianza casi paranoica hacia el Estado. Según su punto de vista, llevada hasta sus últimas consecuencias, la pasión por las criptomonedas no es neutra ni progresista, sino una extensión del pensamiento de derecha radical, que promueve la desregulación total y erosiona instituciones colectivas.

Consciente de que toda tecnología esconde una ideología, sostiene que el software no es una herramienta inocente sino que su diseño refleja y refuerza estructuras de poder. Y para hacerlo traza genealogías intelectuales que vinculan a figuras del movimiento cripto y Silicon Valley con la escuela austríaca de economía, el objetivismo randiano y hasta con la extrema derecha conspirativa.

Y si bien sería fácil suponer que este pensador está hablando de figuras políticas actuales, como Donald Trump o Javier Milei, Golumbia falleció hace dos años y había planteado sus ideas bastante tiempo atrás. Parece haber predicho cómo la tecnología digital es el terreno en el que se moldea la conversación pública para exaltar el mercado como solución universal y amplificar una narrativa antiestatista.

David Golumbia sostiene que el software no es una herramienta inocente sino que, por el contrario, refleja y refuerza estructuras de poder.

Este autor no creía que las mismas redes que son vehículos de discursos conservadores también puedan ser herramientas de resistencia frente a políticas de ajuste. Quizás ése sea su talón de Aquiles teórico: subestimar a los usuarios y no tener en cuenta las acciones que se dan fuera de las grandes potencias.

Aunque la idea de que toda tecnología está condenada a servir a una sola orientación política puede sonar extrema, parece razonable que la figura de Golumbia concentre cada vez más atención frente al crecimiento de figuras como Elon Musk o Sam Altman. Sus textos nos recuerdan que las plataformas tech no se dan en el vacío y que sus estructuras no son neutrales. Quizá la pregunta no sea si lo digital es de derecha, sino quién, cómo y para qué se lo programa, se lo financia y se lo gobierna.