Hace unos meses, el filántropo cubanoamericano Michael B. Fernández estaba paseando a sus perros por su casa de Miami cuando vio una extraña bolsa de plástico en la entrada para autos que alguien había arrojado sobre la cerca. Al abrirla, encontró una libra de carne molida con una nota: “Sabemos que te gustan los perros”. “Fue una amenaza indirecta”, recuerda Fernández. Y hace solo dos semanas, al salir de un almuerzo de negocios, un auto se paró junto al suyo, bajó la ventana y el chofer le dijo: “Señor Fernández, debería dejar de hablar tanta mierda”.
“En ese momento, decidí que no me dejaría intimidar”, cuenta Fernández, de 73 años, quien emigró a los 12 de su natal Manzanillo, Cuba, a Estados Unidos, donde se forjó una fortuna valorada en miles de millones de dólares. Conocido por sus cuantiosas donaciones para investigaciones sobre el cáncer, becas universitarias y en defensa de los inmigrantes, entre muchas otras causas, ha tratado siempre de mantener un perfil bajo. Hasta ahora. Desde abril pasado ha estado financiando de manera anónima una campaña de vallas publicitarias que han aparecido junto a las principales autopistas del sur de Florida criticando a los congresistas cubanoamericanos locales y al secretario de Estado Marco Rubio por su postura sobre inmigración, con mensajes como “deportar inmigrantes es cruel”. A raíz de las amenazas que ha recibido recientemente, Fernández ha decidido dar la cara públicamente.
“Espero que otros sepan quién está detrás de esto, porque hasta ahora nadie sabía quién estaba detrás. Estoy seguro de que ampliaré el grupo de donantes que tengo ahora que esto ha salido a la luz”, dice Fernández en una entrevista telefónica con EL PAÍS. “He recibido al menos una o dos docenas de correos electrónicos ofreciendo contribuir”, agrega. El filántropo no ha especificado cuánto dinero ha gastado en las vallas publicitarias, pero asegura: “Si tengo que gastar 10, 20 o 30 millones de dólares en esta lucha, lo haré”.
Fernández, conocido como Mike, afirma que su intención no es ser un líder, pero que no se puede desprender de su historia como el inmigrante que por culpa de una dictadura perdió su hogar, su familia, sus amigos y su idioma, y tuvo que reinventarme en una tierra extranjera que se convirtió en su hogar. Estados Unidos le dio todo, y está profundamente agradecido. Por eso se enlistó en el Ejército cuando tuvo edad militar. “Mi país, este país, significa más para mí que para muchas personas nacidas aquí, porque vengo de un lugar que perdí”, dice. “Le debo mucho a esta nación, y le daré todo lo que pueda para ayudarla a salir de este momento tan difícil”.
El momento difícil al que se refiere es la cruzada antiinmigrante de la Administración de Donald Trump, que ha prometido deportaciones masivas, establecido una cuota de 3.000 arrestos diarios, y ha cancelado protecciones temporales y programas humanitarios para cientos de miles de personas, que se han quedado de la noche a la mañana en el limbo. En el sur de Florida, donde vive una de las diásporas latinas más grandes del mundo, los centros de detención de inmigrantes están abarrotados de personas, en su mayoría sin antecedentes criminales, que han sido arrestadas incluso a la salida de los tribunales.
“La dirección en la que vamos como nación es totalmente opuesta a lo que dice la Constitución, a la forma en que los estadounidenses me trataron cuando era niño”, comenta Fernández. “No me opongo a muchas de las disposiciones de la Administración ni a todas sus políticas, pero a lo que sí me opongo es a la crueldad y al trato hacia otras personas como si fueran animales. Estas personas que están siendo detenidas, la mayoría sin ningún historial criminal, no se lo merecen. Son valiosas para nuestra nación, igual que lo fueron los irlandeses, los italianos, todos los grupos anteriores que llegaron a este país y que han ayudado a construirlo. Miami, por ejemplo, es una ciudad construida por inmigrantes. Y esta administración quiere que nos vayamos. Todos”.
Fernández estuvo por años afiliado al Partido Republicano, al que hizo importantes donaciones, pero desde hace más de una década no tiene afiliación política. “Ahora mismo, no creo en ninguno de los dos partidos”, dice, “así que siento que tengo que hablar solo por mí mismo, y tengo el capital para hacerlo”.
Los carteles que ha financiado son una muestra de su frustración con ambos partidos, y eligió a Miami porque es donde vive. “Creo que tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata están actuando en beneficio propio y no en el de su nación. Comencé a hacer esto por mi cuenta. Lo mantuve en silencio porque no estoy buscando publicidad. No la quiero. Nunca la he buscado. No estoy a favor de fronteras abiertas. No soy republicano. No soy demócrata. Soy estadounidense. Soy un estadounidense con valores, y quiero que las virtudes de este país, y el respeto que este país tenía en todo el mundo, se recuperen”, agrega.
“Son cobardes”
Fernández comenta a este periódico que quiere implicarse en la política. Está enfocado en reemplazar a los tres congresistas locales que fueron blanco de sus billboards: Mario Díaz Balart, Carlos Giménez y María Elvira Salazar, todos republicanos. El multimillonario asegura que hasta la fecha no se había involucrado con ningún comité de acción política, pero cree que, de ahora en adelante, lo va a hacer. “Lo que he estado tratando de hacer es despertar a nuestra comunidad sobre dónde estamos y quiénes nos representan. Pero creo que puedo ayudar a identificar personas con carácter, personas serias que quieran defender lo que es correcto”, comenta.
A su juicio, los tres legisladores “han tenido suficiente tiempo para escuchar a esta comunidad y ver con sus propios ojos la crueldad contra la que no están dispuestos a alzar la voz”, y ha llegado el momento de reemplazarlos. “Estoy seguro de que estos representantes tenían buenas intenciones cuando se postularon para el cargo, y que personas como Mario Díaz-Balart, con décadas en la Cámara, en algún momento también tuvo buenas intenciones. Pero están embriagados de poder y deben ser removidos. Estas personas han perdido la columna vertebral. Pueden hablar con dureza, pero eso es solo para cubrir su cobardía. Son cobardes. No se atreven a enfrentar a un hombre débil que finge ser fuerte. Y ese es Trump”, opina.
Los congresistas Díaz-Balart, Giménez y Salazar no respondieron a una solicitud de comentarios para este reporte. El Departamento de Estado tampoco respondió.
“He sido afortunado, en los negocios, de muchas maneras. He construido 32 empresas que han sido vendidas principalmente a compañías públicas, así que el dinero no es un problema para mí. Los principios y la moral sí lo son”, sostiene. “No tenemos candidatos, así que estoy gastando mi dinero sabiendo que puede que no haya ningún resultado de estos esfuerzos. Creo que lo correcto es ayudar a quienes tienen menos suerte que yo. He sido bendecido. Y gastaré lo que sea necesario para expresar mi opinión”.