El proyecto Wayra (viento, en lengua quechua) es parte de una red mundial de estaciones meteorológicas para obtener datos del clima y la atmósfera. Una de estas estaciones fue recientemente instalada cerca de la cima del Aconcagua, el cerro que desde Mendoza se levanta como el más alto de América, con sus 6.962 metros sobre el nivel del mar.
Es la primera expedición meteorológica al Aconcagua que supera alturas de entre 4.000 y 6.900 metros. Esta estación permitirá tomar series de datos y transmitirlos en tiempo real a la Red Global de Monitoreo Atmosférico.
Hasta le llagada de esta misión de montañistas y científicos, las estaciones del Departamento General de Irrigación de Mendoza llegaban a los 4.000 metros.
También por primera vez se instaló una estación en la base de un glaciar, explica a Clarín el ingeniero agrimensor Martín Salas, representante de dicho organismo mendocino y quien participó de la expedición al Aconcagua en febrero de 2025.
La misión implicó, además, la incorporación de cinco nuevos sitios de observación que proporcionan datos cruciales sobre la disponibilidad de agua en los Andes Centrales, afectados por una sequía de 15 años y poco estudiada como un importante depósito de agua en Argentina.
La expedición se realizó entre el 4 y el 21 de febrero pasado y estuvo integrada por expertos de distintas entidades de Estados Unidos, Gran Bretaña, el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) del Conicet y el Departamento General de Irrigación de Mendoza.
Los expedicionarios instalaron los equipos de monitoreo y transmisión en puntos estratégicos del Aconcagua como Plaza Argentina, a 4.200 metros; Plaza de Mulas, a 4.300 metros; Nido de Cóndores, a 5.350 metros; un cuarto por encima de los 6.500 metros; y el quinto en la base del glaciar Horcones Superior.
“A diferencia de las anteriores que miden temperatura del aire, temperatura de suelo, radiación solar, presión, dirección e intensidad del viento, la del glaciar mide flujo e intercambio de energía y permite conocer cómo responde la masa de hielo acumulada ante los cambios de temperatura y con qué ritmo se derrite”, detalla el ingeniero Salas.
Las estaciones en el Aconcagua forman parte de una red de monitoreo global junto a las instaladas en 2024 en el Monte Everest, del Himalaya; el volcán Tupungato, en el límite entre Argentina y Chile; y los Andes Centrales, de Perú. Estos sitios transmiten vía satélite los datos que son estudiados por los distintos organismos que monitorean las respuestas meteorológicas de alta montaña.
De hecho, los científicos extranjeros que participaron de la misión también colaboraron en la instalación de estaciones en Perú, Chile y la cordillera asiática del Himalaya.
Según los expertos, las estaciones meteorológicas del Aconcagua proporcionarán datos críticos para comprender el ciclo hidrológico del agua que sustenta el río Mendoza y a millones de personas río abajo.
Uno de los objetivos de esta red global es mejorar pronósticos meteorológicos, aumentar la seguridad en las expediciones y analizar fenómenos climáticos extremos, en este caso, cruciales para la gestión del agua en Cuyo, ya que los glaciares de la región son la principal fuente hídrica.
Los datos transmitidos vía satélite GOES alimentarán modelos predictivos y estudios sobre el balance energético de los glaciares, permitiendo comprender su comportamiento y proyectar escenarios futuros.
“Las temperaturas han ido aumentando desde 2010, los glaciares en la cordillera vienen disminuyéndose. En la montaña es crucial conocer cómo impactan esos cambios y la relación entre el viento, la temperatura, la humedad, las precipitaciones y las nevadas para proyectar el recurso hídrico”, precisa Salas.
De la gestión del proyecto y la expedición al Aconcagua participaron Pierre Pitte, Ivana Peker Marcosig, Mariana Correas González, Mariano Masiokas, Maximiliano Viale, Juan Pablo Scarpa, Fidel Roig, Mariano Castro y Pilar Jeanneret, por Ianigla; Baker Perry (Universidad de Nevada); Tom Matthews (King’s College London); Alfonso Davila (NASA); Martin Guajardo (INKA); y Pablo Betancourt, fotógrafo de montaña.
Los integrantes de esta misión pudieron experimentar el impacto del cambio climático. Tuvieron, a mediados de febrero, una ola de calor con un récord de 13 grados de temperatura en Plaza de Mulas, el campamento base más poblado del Aconcagua. Allí en verano, a 4.300 metros de altura, las temperaturas promedio no deberían superar los 10 grados.