Jugó Boca y juega River pero Estados Unidos no está pensando en el Mundial de Clubes. Los televisores de treinta, cuarenta y mil pugadas de un Walmart de Fort Lauderdale tienen las dos palabras favoritas de las señales de noticias, pero que en este caso meten miedo: Breaking News. La cosa empeora porque a las 10 de la noche, dice un videograph, habla Donald Trump.
Hay dos vendedores que le dan la espalda a las pantallas, sonríen y se hablan entre ellos en inglés, a pesar de que son latinos. Son tiempos extraños en el país de la libertad. “Si vas a una marcha, te filman y después te van a buscar”. Nos lo dijo un cubano que se fue de la isla porque sufría la persecución de Fidel y ahora le pasa lo mismo con Trump. Tuvo que pagar 5 mil dólares y pisar tres países antes de llegar a Miami: está a una multa de tránsito de que lo manden de vuelta a casa.
Pero esta noche el presidente de la cabellera rubia apuntó su mirada hacia Medio Oriente: “U.S. attacks Iran”, dicen las teles, y los presentadores de noticias hablan sin parar, muestran mapas y dialogan entre sí como si fuera una película.
En un recuadro se ve una imagen aérea de la Casa Blanca, iluminada en la noche de Washington. Un celular con la aplicación DAZN y un WiFi que vuela muestra que en Los Ángeles hay un sol que raja la tierra, mientras River pelotea al Monterrey.
Llegan los mensajes de WhatsApp desde Buenos Aires. “Nico, ¿viste las noticias? ¿Están todos bien?”. La preocupación de los seres queridos siempre está. Con un emoji se soluciona todo pero la verdad es que no, no estámos bien, ni acá ni en ningún rincón del planeta.
La tele es un imán. Ahora el plano está fijo en un pasillo de la casa central del poder en Occidente. Hace poco los que estuvieron en ese lugar fueron los jugadores de Juventus, que fueron a saludar a Trump y terminaron quedando en plano cuando Mr. President se puso a responder preguntas sobre la guerra entre Israel e Irán.
“Me agarró por sorpresa, la verdad. Fue un poco raro. Cuando empezó a hablar de política con Irán y todo eso, pensé: ‘Solo quiero jugar al fútbol’”, dijo Timothy Weah, futbolista estadounidense del equipo italiano.
Se hace la hora y el hombre en cuestión aparece con cara de malo, camina a su atrio y apunta sus labios al micrófono. Un ratito antes había terminado el primer tiempo de River, pero debe ser pura casualidad. Donald llega acompañado por sus asesores como si fuera el central derecho de una línea de cuatro ofensiva, muy ofensiva.
“Habrá paz o será una tragedia para Irán”, advierte Trump, y se despide de su pueblo pidiendo que Dios bendiga a América. Alguien se apiada y apaga las teles porque es la hora de cerrar. En el celular sigue el Mundial de Clubes. ¿Cómo se dirá “fingir demencia” en estas latitudes?